Un ribeirense con una profesión de altos vuelos

antón parada

BARBANZA

César Crusat acumula más de siete mil horas en el aire, que le han llevado a conocer decenas de países

28 mar 2016 . Actualizado a las 12:14 h.

Abróchense los cinturones y disfruten del viaje. Este relato pertenece a una de esas personas que entienden su oficio como algo más allá de un mero trabajo. A una de esas personas que lograron hacer de su oficio una privilegiada pasión. Porque a veces hay que tomar una ruta alternativa a la inicial, un rodeo, para alcanzar la felicidad. Aunque esta se trace entre las nubes.

César Crusat González (Ribeira, 1981), tras finalizar sus estudios en el instituto, se marchó a Vigo donde se inscribió en el ciclo superior de Imagen. Más adelante se especializaría en Madrid en el ámbito de vídeo. Como las mañanas en la capital las tenía libres, se le ocurrió aprovechar para buscarse un salvavidas. Ya que su prima estaba cursando la titulación de controlador aéreo, se matriculó en el Centro Ábaco para convertirse en miembro de tripulación de vuelo.

Tras marcharse a Inglaterra para aprender el idioma, conseguiría varios trabajos, a su vuelta, en el área de la comunicación. No obstante, sus previsiones habían sido correctas y fue en el aeropuerto y no en el plató donde halló su ocupación. Después de una entrevista de trabajo volvía a Londres como tripulante de vuelo de la popular aerolínea irlandesa Ryanair.

El despegue

Hoy César Crusat acumula más de 7.000 horas de vuelo y lleva ya tres años integrado en la compañía Flydubai, residiendo precisamente en la ciudad árabe de la que obtiene su nombre: «Ser tripulante de vuelo no es algo que vea como una profesión, para mí es un estilo de vida». Sin embargo, antes de que estas palabras del ribeirense llegasen a cobrar sentido en su mente, tendrían que sellar una buena cantidad de cruños en el interior de las páginas de su pasaporte.

Durante su época en Ryanair, con base en la City, recuerda con cariño el mes de abril de 2005. Por esa fecha estrenaba la ruta Londres-Santiago, de la que solicitó específicamente estar presente, aún siendo su día libre. En ese primer año conoció buena parte de las principales ciudades europeas. Pero lo trepidante llegaría en diciembre de ese año, cuando lo contrataron en la empresa española SwiftAir.

De vuelta en Madrid, inició un nuevo período laboral en vuelos tipo chárter, es decir aquellos que no se ciñen a horarios de rutas comerciales. «Era emocionante, un día de repente te llaman y te dicen que tienes que irte a Indonesia durante diez días», explicó Crusat, aunque no se trataba de un ejemplo hipotético, sino del traslado real de personal médico a la catástrofe de diciembre del 2009 en Sumatra.

Con esta misma aerolínea recibió encargos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), llegando a conocer al secretario general de esta, Ban Ki-Moon, quién le regaló una billetera durante aquel viaje. Paraban en Jartum (Sudán) durante cuatro o cinco meses al año. En esa época también coincidió con José Manuel Durão Barroso, el ex presidente de la Comisión Europea.

El aterrizaje

Su profesión requiere de una formación continúa y una vigilancia meticulosa, ya que deben estar atentos a las últimas modificaciones en materia de seguridad aérea: «Primero preparamos el briefing (informe o lección que se imparte a los viajeros), nos presentamos a los pilotos y hacemos las comprobaciones de objetos extraños; después embarcamos a los pasajeros, les hacemos la demostración y despegamos».

Puede parecer una función metódica o rutinaria, pero lo cierto es que cualquier error en este sector podría convertirse en una tragedia. Y estas nunca avisan. Por eso este tipo de trabajos suelen venir acompañados de gratas recompensas: «Lo más gratificante ha sido conocer otras culturas y hacer nuevos amigos».

Para César Crusat el premio no está en haber conocido a famosos como la plantilla del Atlético de Madrid, sino en el hecho de poder vivir con su mujer en pasaijes urbanos tan exóticos como el de Dubái. O que su segundo hogar, por habitual, se halle en la antigüa capital de Tanzania, Dar es Salaam.

Además, viaja continuamente y recupera su sueño inicial realizando fotografías, con las que se ha estrenado exponiendo en un lujoso centro comercial de la ciudad oasis. Y es que a veces hay que hacer una pequeña escala para llegar a tu destino.