Por la reconciliación

José Vicente Domínguez
José Vicente Domínguez BUZÓN DEL LECTOR

BARBANZA

23 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En la España de la posguerra había un total de 8.101 ayuntamientos. Eran 8.101 alcaldes con una común condición: todos franquistas. Unos fueron crueles; malos, muchos; bastantes, buenos, y pocos, santos. O sea: como en la vida misma. Y, ¿fue Miguel Rodríguez Bautista un alcalde franquista? ¡Pues claro que sí! Y ¿fue jefe local del Movimiento? ¡Naturalmente! al igual que los restantes 8.100. No existía otra posibilidad: para ser alcalde había que ser franquista. A no ser que todos los de entonces se sintieran mártires anarquistas, huyeran de España o se echaran al monte, manteniendo así una permanente guerra civil. Es cierto que entre esos miles de alcaldes, había quienes se quedaban como simples alcaldes, mientras otros, como Miguel, por su buen hacer, resultaban elegidos procuradores en cortes por el tercio de representación municipal; cargo muy disputado por todos los alcaldes como meta para conseguir beneficios para sus municipios, tal que así lo hizo por Ribeira Miguel.

Pero no eran solo los alcaldes quienes deseaban tal representatividad. También los gremios tenían sus procuradores en cortes: cofradías de pescadores, Hermandad Nacional de Labradores y Ganaderos... Y, al igual que los alcaldes (imprescindibles con o sin dictadura) y los representantes gremiales, con el despótico Régimen convivían médicos, jueces, sastres, panaderos, periodistas, taberneros, maestros, comerciantes y los dirigentes y los miembros de Falange y del Frente de Juventudes (Yo no? ¿Y usted?). Y los había crueles, malos, buenos y santos. Y ¿saben una cosa que todos tenían en común? Todos buscaban el ascenso social, fundamentado en el «aspecto histórico» que alegan mis compañeros de Memoria Histórica. Aspecto histórico que podría ser aplicable al herido de guerra Camilo José Cela, al converso Ortega y Gasset, al apadrinado Juan Luis Cebrián, al falangista Torrente Ballester, al adocenado Manuel Machado? por citar solo a algunos de letras, dejándome llevar por mi nueva y gratificante actividad.

Por favor, compañeros del PSOE y de Memoria Histórica: no deturpemos las loables intenciones del presidente Zapatero, quien, con su Ley, quiso que prevaleciera «el espíritu de reconciliación y concordia (?) con clara vocación integradora». Ninguna entidad está legitimada para erigirse en árbitro de conciencias. Machado, don Antonio, decía: «Tu verdad? No, la verdad. Y ven conmigo a buscarla».

JOSÉ VICENTE DOMÍNGUEZ. RIBEIRA.

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