Si en algo estoy de acuerdo con la mayor parte de la clase política de nuestro país es en esa máxima que repiten tan a menudo: «Los españoles no son tontos». Tengo que estar de acuerdo a pesar de datos tan bochornosos como que seamos el país de Europa con mayor fracaso escolar o con mayor número de ediciones de ese pretendido experimento sociológico convertido en bodrio llamado gran hermano.
Dicho esto quizá sería conveniente matizar esa máxima y dejarla en «no todos los españoles son tontos» o si acaso en «todos los españoles no son demasiado tontos». Aunque si pensamos en que el partido más votado en las últimas elecciones hace, presuntamente, de Berlusconi un simple carterista, me veo en la obligación de redundar en la matización y decir «la gran mayoría de los españoles no son demasiado tontos».
Por cierto, sentencia curiosa esa de la «gran mayoría». Me pregunto quién les habrá contado a sus señorías qué piensa la «gran mayoría» que tanto mencionan, teniendo en cuenta que, semánticamente, la gran mayoría debiera ser bastante más de la mitad de los habitantes de este país, es decir, unos veintitantos millones de personas. Necesitamos políticos, no charlatanes de feria. Pero esto, como todo lo anterior, es una opinión personal de este titiritero que escribe.
Lo que casi me atrevo a asegurar es que a esa gran mayoría de españoles les gustaría saber hasta dónde van a llegar los detritus que emanan incesantemente de los despachos de la calle Génova. Como sigan así van a tener que aforar incluso al portero automático.