«Bullying»

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

28 ene 2016 . Actualizado a las 05:30 h.

Mi niñez transcurrió en Ribeira con un apagado crepitar. Portaba yo unas ridículas gafas,  me gustaban los libros de detectives y me hicieron bullying cuando aún no se llamaba bullying: me pegaron entre varios, me insultaron y me hicieron sentir como una mierda. Aquella humillación se quedó muchos años habitando mi soledad y avivando una Sombra, un Gollum en mi interior que hacía que amara y odiara a Ribeira tanto como me amaba y odiaba a mí mismo.

Esta Sombra la llevas dentro de ti como un pecado, te corrompe, te llena de temor y tristeza y te vuelve un cínico. Tus padres te enseñan que la obligación del fuerte es proteger al débil, pero la vida te demuestra que el fuerte golpea al débil. Sientes culpa y miedo. La misma culpa y el mismo miedo que más tarde te hace ser cómplice, con tu silencio, de abusos a otros chavales. Después creces, relativizas, perdonas y hasta olvidas. Los que te habían pegado hace años te acaban agregando al facebook. Piensas que quizá no fue para tanto, que fueron cosas de críos. Un mal trago necesario que acabó haciéndote más fuerte.

Hasta que un día lees en una noticia que un niño de 11 años se suicida presuntamente por haber sufrido abusos en su colegio. Que deja una carta a sus padres, una carta que al ser leída en voz alta debiera hacer que el mundo estallase. Pero el mundo no estalla, y leerla te hace sentir aquella vieja vergüenza, vuelvo a sentirme cómplice. No hay que relativizarlo, no son solo cosas de niños y que sea habitual no quiere decir que sea aceptable. Nada hay más bajo que hacer que otros se sientan inferiores.