CINA, una forma de convivir navegando

Ramón Ares Noal
MONCHO ARES RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Finaliza la temporada de cursos 2015 en Galicia con el debate de la continuidad abierto

30 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay indicadores que avanzan el fin de las temporadas. Si la romería de San Ramón que se celebra mañana en Bealo (Boiro) es uno de los que adelantan la conclusión del estío, la desaparición de las velas marrones en el paisaje del norte de la ría es otro. Se trata de los aparejos de los barcos caravelle donde, a lo largo de los dos meses principales de verano, reciben clases de iniciación a la navegación decenas de personas adultas procedentes de toda España, principalmente de Madrid, al amparo del Centro Internacional de Navegación de Arousa (CINA).

Durante los siete turnos que, desde el 1 de julio y hasta hoy, han constituido la temporada cinera, además de iniciación, se desarrollaron cursos de perfeccionamiento de vela ligera y de monitores en vaurien, y de cuatro niveles en crucero (el más alto, con salida del puerto de Vigo). Todo un abanico de actividades que, paralelamente, han servido a los participantes para conocer la comarca y, a muchos de ellos, para prometer que volverán.

Los cursos del CINA son intensos, pasan rápido, agotan, pero cuando concluyen la mayoría de los asistentes experimentan una sensación de vacío que tratan de llenar poniendo en práctica lo aprendido en parajes navegables o, en el aspecto de la convivencia y las amistades surgidas, estableciendo contacto a través de las redes sociales, quedando para mantener viva la llama cinera o participando en una cena que cada turno acostumbra a celebrar en Madrid, donde se citan incluso los no residentes en la capital o comunidades próximas.

Prolongar la actividad

Si bien los navegantes del entorno madrileño pueden encontrarse con más facilidad y practicar su afición en el embalse de Valmayor, donde CINA tiene otra base, no ocurre lo mismo en Galicia, porque las instalaciones de la entidad en A Ladeira do Chazo cierran sus puertas, con la flota de ligera en su interior, cuando muere agosto. Precisamente, cambiar el statu quo está en el debate interno del Centro Internacional de Navegación, que a primeros del próximo año abrirá el proceso electoral del que saldrá una nueva directiva, lo que, probablemente, retrasará el objetivo de prolongar la actividad cinera más allá de los dos meses de verano en Boiro, siempre que los nuevos gestores estén de acuerdo con una idea que cada vez cuenta con más adhesiones tanto a nivel gallego como de fuera de la comunidad autónoma.

El empeño por conseguir que CINA esté activo durante más tiempo en Galicia no es baladí, porque si enseñar navegación a vela es su espíritu, la entidad fomenta factores que enganchan para siempre a quienes se aventuran a probar. Para entender esa adhesión, quizás haya que tener en cuenta que monitores y jefes de base realizan su función altruistamente, manteniendo vigente la filosofía con la que nació la entidad a finales de los años sesenta, a semejanza de la escuela Les Glénans de Francia; o que, de puertas afuera de la base y durante cada curso, los participantes dejan sus vidas, sus cargos, sus profesiones, sus ocupaciones para convertirse en alumnos «condenados» a convivir, a compartir dormitorio, cuartos de baño y duchas, a poner la mesa y servir a los demás, a fregar los platos, a mover pesadas embarcaciones fuera del agua aunque no naveguen en ellas, a enseñar a quién no sabe y a darle una palmadita de ánimo para que no se desanime... un cúmulo de intercambios de los que brotan lazos que nunca se desatan, no en vano incluso hay muchos casos de parejas surgidas en el CINA que han formado familias y que siguen participando en esta peculiar forma de vivir el mar.

Seguramente que la navegación a vela en si valga también para explicar esa «dependencia», porque se trata de una afición en la que la línea recta no siempre es el camino más corto, en la que un barco avanza contra la dirección del viento utilizando su propia fuerza, en la que la velocidad más alta que se percibe en el rostro no es la más rápida, sino la aparente, en la que navegar y maniobrar es, cada día, una experiencia que invita a reflexionar sobre cómo lograron los históricos marinos recorrer el mundo a trapo.

Un mundo extraño visto desde fuera, pero una experiencia fantástica en su interior.