«Lo que me hace más feliz es ayudar a gente pobre o en situación de peligro»

borja oujo / m. a. RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

monica ferreiros

23 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Luís Gaviria voluntario

Luis Gaviria es una de esas personas que dedican su vida a los demás. Nació en Madrid en 1941, aunque lleva en Ribeira desde los últimos años del siglo XX. Actualmente afirma que «ya soy un ribeirense con derecho». En su localidad natal llevaba 40 años colaborando con Cruz Roja y cuando llegó a Barbanza siguió con esta labor. Un tiempo después pasó a formar parte de A Creba, y finalmente recaló en Cáritas parroquial. Es aquí donde hoy lleva a cabo su labor solidaria. A raíz de su experiencia en esta entidad ha descubierto su rincón predilecto de la comarca, el local de la asociación.

El voluntario afirma que este lugar, situado próximo a la iglesia de Santa Uxía, le produce «mucha felicidad y paz interior. Me ayuda escuchar los problemas de la gente. Algunos días llego con dolor de cabeza a casa porque son dificultades muy graves, pero esto te humaniza y te hace crecer interiormente». Además, añade: «Si tu vocación es esa, de una forma un poco egoísta te hace feliz el ayudar a la gente». Y es que, hacer lo que puede por la gente más desfavorecida es una de las prioridades en su vida.

Este deseo de ayudar a los demás le viene por diferentes vías. «Por una parte, por la educación que me dieron mis padres. Por otra, mi desarrollo personal interno me ha hecho darme cuenta que lo que más feliz me hace es ayudar a personas en situación de peligro o pobreza». También afirma que «para mucha gente el motor del mundo es el dinero, yo creo que es el amor».

Estas circunstancia le llevaron a estudiar Ciencias Políticas. «Es una carrera puramente vocacional, la hice en Madrid y Bruselas, en horario nocturno cuando ya estaba casado y tenía tres hijos», cuenta.

Primer conflicto

El azar llevó, en 1975, a Luís Gaviria a cumplir con su vocación, cuando se encontraba de viaje turístico en Angola. Estando en el país africano estalló la guerra civil: «Con mi acreditación me fui a Namibia a un campo de refugiados, y colaboré en sacar de Angola a la gente que quería escapar de la guerra», recuerda. El ribeirense afirma que eso le hizo ver un poco la crudeza de la realidad, de las ambiciones del poder y del dinero que había; «por mucho amor que se le quisiera echar al tema, el imperio del poder iba venciendo, y ha sido así hasta llegar a la situación actual que todos vemos». En este conflicto vivió uno de los momentos más peligrosos de su vida, «estando en mi habitación entró un obús por una ventana y salió por la otra».

Luís Gaviria pasó a trabajar para las Naciones Unidas, participando en diversas misiones por todo el mundo, «era la ilusión de mi vida». Una que recuerda especialmente dura es la de la guerra civil de Ruanda. «Allí fueron asesinados tres compañeros míos, yo fui amenazado de muerte y tuve que abandonar el país». Su trabajo lo realizaba en las prisiones. Había más de 300.000 condenados a muerte y «más de la mitad no eran cargos justos». Luís Gaviria y sus compañeros intentaban liberar a esta gente.

La guerra de Kosovo fue otro de los destinos de este barbanzano de adopción. «Fue algo terrible -recuerda-. Al día siguiente de firmarse la paz tuve que entrar en el país en un tanque de un batallón procedente de la India que formaba parte del ejército inglés». La primera ciudad que visitó, Kacanik, pasó de 10.000 habitantes a 150 durante el conflicto. Este voluntario recuerda que conoció a un superviviente. Un ejército paralelo del estado Serbio conocido como los tigres de Arkan había sido el culpable del genocidio. Después de todas estas experiencias, Luis Gaviria sigue pensando que ayudar a la gente es su verdadera vocación.