La fiesta del empresariado barbanzano recibe más elogios foráneos que propios
16 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.«Pode que pareza contraditorio que cos malos tempos que corren para a economía, nós, os empresarios, esteamos hoxe de festa». Lo dijo la presidenta de la Federación de Empresarios do Barbanza, Gladys Bermúdez, en su intervención ante los cuatrocientos asistentes a la gala de entrega del Dolmen de Ouro.
Desde que Juan Manuel Penalta Reino, fundador de la patronal barbanzana, se sacara de la chistera esta concentración de emprendedores de Barbanza, Muros, Noia y Sar, han pasado 26 años, y muchas cosas son totalmente distintas, pero la peor, sin duda, es el contexto económico que ha rodeado las últimas celebraciones, una situación en la que desaparecen más empresas de las que se crean. Pero sobre ella permanece el espíritu del dolmen.
La pétrea figura del túmulo funerario fue elegido como representación de los emprendedores de Barbanza. Simboliza la unidad y la fortaleza del empresariado organizado. La primera, la unidad, frágil por momentos, pero fuerte en última instancia, se proyectó en el transcurso de la gala, al menos así lo percibieron las autoridades asistentes, que recogieron el guante de los retos que se fueron planteando en el siempre largo turno de intervenciones que caracteriza a la entrega de los premios, y eso que, por primera vez en las casi tres décadas del Dolmen de Ouro, todos los políticos pertenecían al mismo partido.
Hablar de fortaleza en tiempos de crisis puede considerarse una osadía, pero sí se desprendió de la cita en el restaurante Scala, porque la mayor parte de los presentes intercambiaron ideas y experiencias, de lo que pudo salir un útil manual sobre cómo sobrevivir en tiempos de crisis, para uso de las generaciones venideras.
Intercambio de experiencias
Como dijo un activo emprendedor comprometido con el movimiento asociativo barbanzano, estos encuentros debían celebrarse regularmente, porque sirven para intercambiar información, para hablar de cómo se busca uno la vida para no ser engullido por el pesimismo. Y la experiencia de cada cual bien puede valer para salvar a otro.
Ya se sabe que cuando algo se convierte en costumbre tiene el peligro de que la rutina no nos permita ver el bosque, de ahí que la gala de los premios Dolmen de Ouro no esté lo suficientemente valorada por los empresarios barbanzanos, pero sí lo está, y mucho, por los foráneos que acuden a ella cada año: ¿Hay alguna otra igual en toda Galicia?.