Matar alcaldes a cañonazos

BARBANZA

06 feb 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Ala espera de que fluyan más datos de la investigación que dio pie a la operación Orquesta, en la que fueron detenidos, entre otros, los regidores locales de Fisterra, Cee y Mazaricos, a uno le parece que el despliegue fue desproporcionado. No sé quién acuñó la frase de que no se pueden matar moscas a cañonazos, pero, aparentemente, el tópico le viene al pelo a este caso, y más aún después de largos meses de bombardeo mediático con escándalos en los que están implicados políticos de clase alta, auténticos F18 para los que se necesita algo más que un cañón, y no los alcaldes mosca hacia los que se ha orientado el arma pesada.

A Picota, capital del término mazaricano, tiene 354 habitantes. El lunes pasado se despertaron con 25 policías repartidos por el exterior y el interior de la casa consistorial. Solo en alguna de las más sonadas operaciones antidroga que tuvieron por escenario la comarca se puede encontrar el símil más próximo, con la salvedad de que, generalmente, se desarrollaban discretamente, amparadas por la noche, de tal forma que, cuando los medios de comunicación se ponían en marcha, el grueso del pescado ya estaba en la cesta o, como mucho, a las puertas de la comisaría o del juzgado, para facilitar la labor de los gráficos.

Uno no creía, hasta ahora, en eso de que hay operaciones que interesa que trasciendan, aunque al final se queden en nada o a mitad de camino de lo que se pretende. Lo que ocurre es que la sociedad suele juzgar de antemano, y restablecer la honorabilidad cuesta muchísimo más que perderla. Tratándose de cargos públicos, el perjuicio es doble, porque además de rehabilitar su imagen personal, luego tendrán que enfrentarse a unas elecciones que, en este caso, están muy próximas.

No seré yo el que ponga la mano en el fuego por ninguno de los implicados en la intervención de nombre tan musical, pero tampoco el que le tire piedras. Si realmente resultan ser culpables de prevaricación, cohecho y tráfico de influencias, que caiga sobre ellos todo el peso de la justicia, y que tomen nota sus homólogos de dedos largos. Dicho lo cual, transmitir un aviso a navegantes, porque es de público conocimiento que todo lo que se mueve en torno a la organización de unas fiestas huele a chamusco. Solo hace falta que alguien decida investigar un poco para descubrir que el cobro de ayudas y la realización de pagos sin fiscalizar no pasa de ser un pecado venial.

Mala fama

La fama de los políticos se encuentra en los niveles más bajo desde la instauración de la democracia. Esa pérdida de confianza está influenciada por la situación de crisis económica y por la falta de decisiones ejemplares. El ciudadano no entiende estar desempleado y comprobar como sus representantes acumulan cargos que les reportan percepciones desorbitantes en tiempos en los que piden contención salarial y revisan el sistema de pensiones. Por si fuera poco, aplican leyes que ellos mismos aprobaron con el fin de garantizarse percepciones para cuando dejen de ocupar sus privilegiadas poltronas. Pero, ojo, los árboles no deben tapar el bosque, porque la política municipal es la más sufrida e ingrata, y también la más expuesta a irregularidades conscientes e inconscientes.

Mazaricos no es Marbella. Y no es que no tenga mar, que no lo tiene; ni famosos, que tampoco; sino porque carece de un urbanismo apetecible para especuladores: en los últimos años solo se ha construido un edificio de viviendas, y buena parte de ellas están sin vender. Ni el alguacil Benito es Francisco Correa, el cabecilla de la trama Gürtel. Su pecado es haber trabajado en la organización de la Festa da Fervenza. Presuntamente se le acusa de haber percibido dinero de una empresa constructora que está inmersa en el proceso de la operación Orquesta, e incluso de haber realizado pagos sin factura. Si esto es así, puede que no haya ni una sola celebración de la redonda que esté libre de culpa, y si, a partir de ahora, se aplica la ley a rajatabla, las fiestas las va a organizar la Agencia Tributaria, porque no hay voluntarios para acabar detenidos.