Y el magosto para agosto

La Voz

BARBANZA

12 dic 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

No amanece más temprano.

Han conseguido que la Navidad haya dejado de emocionarme. Dirán que eso es normal, que, como la juventud, es una enfermedad que se cura con la edad. No es cierto. Lo que desilusiona es ese afán crematístico de adelantarlo todo, de apurar las temporadas de ventas, de hacer caja, sin pararse en los sentimientos, en el significado de cada fecha. No hay ninguna población que se precie que no tenga una tienda en la que, desde la primera quincena de noviembre, luce en su escaparate adornos navideños. Y todos, los adultos también, nos quedamos tontos viendo árboles, bolas y la inmensidad de adornos que se han ido incorporando a la tradición comercial, que no a la otra.

El sistema de adelantar las temporadas viene de lejos. ¿Recuerdan aquel anuncio que decía: Ya es primavera en El Corte Inglés? Un clásico que se repite. Suele caer unas semanas antes de que llegue el equinocio, que en el calendario es el 20-21 de marzo. No piensen ustedes que las cadenas comerciales hacen eso para que la ilusión de la Navidad se nos haga más larga, o con el fin de que la felicidad de la primavera sea más extensa. Lo hacen con el fin de sacar de las estantería los productos de temporada lo antes posible. En resumen, hacer caja, así de frío, y lo que sobra, para las rebajas, más caja aún, que la ganancia ya está en el bolsillo. A eso se ciñe el espíritu navideño actual, al espíritu del «dinereño».

Puestos a adelantar, me quedo con la canción de Antón Reixa y Os Resentidos, Galicia Caníbal , que decía: «Con isto da movida, haiche moito ye-yé, que de noite e de día usa jafas de sol, ¡fai un sol de carallo! (...) San Martiño oficial de Monforte ó Nepal, o magosto para agosto...», pues eso, el magosto para agosto, que si adelantamos la navidad a noviembre y la primavera a febrero, por ahí caería la fiesta de la castaña. Ya lo dice el refrán: «No por mucho madrugar amanece más temprano».

La higuera.

La que montaron los controladores aéreos se puede quedar en anécdota viendo como nuestros políticos tratan de lidiar algo que, este que firma, ingenuo de mí, considera un órdago no solo al Gobierno, sino a toda la sociedad. Disculpen si no estoy documentado, pero no tengo constancia de que el líder de la oposición, que apareció públicamente tirado en un aeropuerto canario, tuvo que permanecer equis horas esperando cola para que le dieran una explicación inexistente, si se vio obligado a pernoctar, como la gran mayoría, tirado sobre el suelo del aeropuerto, o si acabó yéndose en busca de una cama sobre la que llorar su impotencia. Es verdad que lo ocurrido evidencia la debilidad de un Ejecutivo que no hace una a derechas, pero también pone de manifiesto que el primer partido de la oposición sigue a la espera de que caigan los higos maduros sin pensar que el peso puede arrastrar a la higuera.