Una tradición que no entiende de edades

Carmen Feijoo RIBEIRA/LA VOZ.

BARBANZA

02 nov 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

«Mira, ahí, en ese nicho está la abuela de tu papá». Así le hablaba ayer a media mañana, en el cementerio de Ribeira, una madre a un chiquillo que no levantaba demasiados palmos del suelo. Acto seguido, el niño le pedía a su mamá que le cogiese en brazos para estar más alto y «así ver si en la tumba hay una foto de la abuela, porque quiero conocerla». Esta conversación, con algunas variantes, posiblemente, se repitió ayer a lo largo del día en todos y cada uno de los cementerios de Barbanza. Y es que la tradición de visitar a los difuntos, por paradójico que suene, se mantiene más que viva que nunca en la comarca barbanzana.

Familias con hijos

En Ribeira, se contaban por decenas las personas que había en el cementerio. Había gente con bastón y canas, jóvenes que lloraban ante tumbas de muchachos de su edad y muchísimos padres con sus hijos que, como en el caso del citado muchacho, descubrían donde estaban enterrados sus abuelos. En cantidad, lo único que competía con las visitas eran las flores. Prácticamente, era imposible encontrar un nicho sin un abanico de colores en forma de rosas, crisantemos o cualquier otra especie. Al parecer, y según contaban ayer distintas mujeres, el hecho de que durante el fin de semana hiciese tan mal tiempo obligó a retrasar las labores de adecuación y colocación de flores en las tumbas. «Yo normalmente lo dejo todo listo la víspera, y el día de Todos los Santos solo vengo de visita, pero este año no pudo ser, tuve que arreglar todo hoy», señalaba una de estas personas.