«La Iglesia y los políticos no pueden negarnos el deseo de quitarnos la vida»

BARBANZA

Activista vecinal en su Xuño natal, Vila recapitula sin pudor los fallos y aciertos que se han cometido en la parroquia

10 abr 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Dice el poema que «al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar». Unas palabras que al escuchar a Pepe Vila recapitular las diferentes etapas que dan forma a su experiencia vital toman más sentido.

Visitar a este sexagenario en su Xuño natal y querido evidencia al momento su condición de buen anfitrión. Primero invita a entrar a su casa para enseñar sus diferentes partes, a todas luces levantada con el trabajo de toda una vida, «algo que también podía ser mi rincón, ya que aquí me encuentro como un rey», añade.

Una breve lección sobre la historia heráldica y cristiana de la parroquia sonense sitúan al forastero en el lugar. De camino al arenal de As Furnas, el rincón elegido, su fervor por el entorno medioambiental que lo vio crecer, exterioriza su compromiso con el orden urbanístico y su desprecio por el todo vale del bum inmobiliario.

En este sentido no duda en afirmar que «aquí quisieron hacer hileras de adosados que de no ser por los vecinos hoy estaría todo cambiado para peor». Durante este mismo recorrido, el visitante no tarda en descubrir también su carácter social y cercano, al comprobar como saluda cordialmente a cada uno de los vecinos con los que se cruza.

Buenos y malos recuerdos

Ya en As Furnas, bromea al llegar señalando un hueco donde «cuando éramos jóvenes veníamos a hacer nuestras cosas».

Con el mar de frente se encuentra cómodo. De conciencia y físicamente, moviéndose entre las rocas con agilidad para llegar al lugar en el que su amigo Ramón Sampedro se quedó tetrapléjico. «De Ramón se puede aprender todo sobre la vida con leer tan solo sus poemas», asegura en un tono tan tranquilo como inamovible. «Fue mi amigo, tuve esa suerte, por eso estoy orgulloso», apunta a la vez que desvela que en un breve plazo de tiempo esperan instalar un busto suyo a pocos metros del lugar en el «que se murió casi todo su cuerpo», añade.

Al igual que su inolvidable amigo y vecino, Pepe recorrió el mundo desde muy joven. Primero viajó a la capital compostelana para estudiar en el seminario y formar parte del coro de la catedral. Tras abandonarlo por decisión propia y en contra de la voluntad de sus padres, viajó a Barcelona, ciudad en la que empezaría a trabajar de marinero, no siendo la suya una experiencia carente de anécdotas curiosas e imborrables.

Recuerda con sorna el contrabando de coñac que realizaba el barco en el que viajaba, los problemas y situaciones sorprendentes que le abrían los ojos en los países asiáticos que formaban parte de la República Popular China con su dirigente Mao todavía al frente. El apego por los países nórdicos, especialmente Suecia, de la que dice que «si no fuera gallego sería sueco», es otro de los tesoros que conserva en su memoria.

Experiencia

Miembro de la directiva gallega de la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD), Pepe Vila defiende, tras la experiencia que le supuso seguir de cerca la realidad de su amigo Ramón Sampedro, la siguiente tesis: «La Iglesia y los políticos no pueden negarnos el deseo de quitarnos la vida, se trata de un derecho constitucional», concluye sentado sobre las piedras de la playa de As Furnas.