Don Juan Carlos, el conquistador

BARBANZA

El monarca dejó en Boiro un halo de buena persona, de cercanía y de calor que quienes lo tuvieron cerca agradecieron con un significativo «¡viva el Rey!»

23 may 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Don Juan Carlos jugó en casa ayer, con un público entregado al que conquistó en el primer regate. Los «encerados» urbanos de Boiro amanecieron con consignas contrarias a la monarquía. En las compras de primera hora por las tiendas del casco se preguntaba en voz baja: «¿Vistes as pintadas?». «Os do non» trataron, infructuosamente, de emborronar un acontecimiento histórico, como era el viaje del Rey al municipio, concretamente a la conservera Jealsa.

Su Majestad llegó unos minutos tarde a su cita. Él mismo pilotó el helicóptero que desde el aeropuerto de Lavacolla le llevó hasta el campo de fútbol de Abanqueiro, situado a escasos dos kilómetros de la conservera. Ya antes de entrar en el recinto industrial, decenas de personas esperaban su llegada al pie de la carretera, provistas de cámaras para inmortalizar el momento: le saludaron y él les respondió agitando su mano.

Tras el recibimiento de rigor de todas las autoridades en las puertas de la fábrica, Su Majestad accedió al interior de la planta de producción. Previamente, tanto él como sus acompañantes fueron provistos de batas blancas; la del Rey era la única que carecía del logotipo del grupo Jealsa-Rianxeira. En su recorrido por las distintas secciones, el monarca no dudó en bromear con los empleados. Se dirigió a uno de la zona de limpieza del pescado diciéndole: «Qué, hoy no os dejan trabajar pero os han hecho venir porque estoy yo, ¿no?».

En la misma planta esperaban los 21 representantes de los trabajadores de las empresa que el grupo tiene en Barbanza. Primero le dio la mano uno a uno, y luego volvió al principio para charlar con ellos, aunque es más justo decir ellas, porque 16 son mujeres, lo que dio pie al monarca para bromear con la proporcionalidad.

Maqueta de mejillonero

A continuación, don Juan Carlos, acompañado por el presidente de Jealsa, Jesús Alonso; la vicepresidenta, Pura Escurís; el consejero delegado, Jesús Manuel Alonso; y las autoridades, se dirigió al despacho del consejo. Las vistas a la ría sorprendieron a los visitantes, alguno de los cuales asimiló la dependencia al puente de un barco en alta mar. El Rey fue agasajado con la maqueta de un barco mejillonero con el nombre Rianxeira , y una placa, pero el monarca se ilusionó especialmente con la reproducción de la embarcación.

Allí estaban las tres generaciones de la familia Alonso Escurís, entre ellos Pablo, hijo del consejero delegado, al que don Juan Carlos preguntó: «¿De qué equipo eres?», y este le respondió: «Del Madrid». Luego, más tarde, ya en el almacén, volvió a preguntarle: «¿Y a qué jugador conoces?». El entusiasmado chaval dijo a su madre: «El Rey habla conmigo».

Donde se hizo más evidente la gratitud con Su Majestad fue en el almacén, donde fue recibido por una serie de aplausos que subían de intensidad a medida que don Juan Carlos atravesaba la multitud de operarios ataviados con batas y gorros blancos. Ahí se palpó emoción y calor recíproco, porque don Juan Carlos derrochó saludos, sonrisas y cariño. Al final se escuchó un «¡Viva el Rey!», que fue correspondido por el «¡viva!» de más de dos mil voces.