Dentro de sus posibilidades, que a día de hoy no son demasiadas, Vicente Sampedro sigue empeñado en aportar su granito de arena para hacer felices a sus feligreses. Explica que, aunque el horario de misas en la capilla está fijado para las seis de la tarde, no tiene ningún inconveniente en modificarlo y adaptarlo a las necesidades de los vecinos: «Cando ven unha persoa e me di que quere ofrecer unha misa pero que non pode vir a esa hora, ofíciolla a outra distinta, porque a min dáme o mesmo».
Y mientras los vecinos de Sirves tienen a Vicente Sampedro a su entera disposición, en Taragoña continúa el rencor hacia el poder eclesiástico que hace casi cuatro décadas dejó a los feligreses en la estacada. Hace solo unos días que en el cementerio hubo un entierro al que no acudió cura alguno y la elección de otra parroquia para las bodas y los bautizos es frecuente.