El vigilante de la Catedral ya ve

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua SANTIAGO

BARBANZA

REPORTAJE GRÁFICO: LUCÍA CASES

Reportaje | La restauración exprés de la estatua de Valle-Inclán El autor de la escultura privilegiadamente ubicada en la Alameda coloca a la imagen unas lentes «antivándalos» y dice: «Al que se las quite le doy un premio»

08 ago 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

SU VISTA. «Es paradigmática», dice el escultor, y añade que al literato le gustaba pasear por la Alameda. De hecho, está muy vinculado a Santiago, porque estudió y murió en la ciudad. ASÍ ESTABA. Los vándalos le habían arrancado las gafas. LA OPERACIÓN. Lombera hizo la escultura en 1999. Ayer la restauró, sobre todo la pulió, y le colocó lentes nuevas. ?or fin, Valle-Inclán ya tiene gafas nuevas. Así que ya se puede hacer realidad aquello de: «El cobre de sus ojos por instantes fulgura», del soneto que el nicaragüense Rubén Darío dedicó a Valle. O, más bien, a don Ramón María del Valle-Inclán, escritor cuya escultura de bronce sin pintar le da el aire señorial del que tanto gustaba. César Lombera, autor de la obra, ha estado restaurándola con la ayuda de su mujer, tras haber terminado el cambio de cara de Las Marías. Además de las nuevas lentes, Don Ramón también luce un renovado moreno, porque el artista ha pulido su cara, sus orejas y sus manos. Y todo ayer. Las lentes del escritor siempre han sido un bien muy cotizado entre los vándalos. De hecho, en su primer año y medio de vida, allá por 1999, ya las perdió tres veces. Por eso Lombera ha tomado medidas poniendo unas gafas más gruesas, enroscadas en la escultura y soldadas. «Al que las quite ahora le doy un premio», reta, entre risas, Lombera. Lo que es cierto es que la escultura del literato ya ha vivido varias anécdotas propias de su Luces de Bohemia. Una vez el artista y su mujer, Asun Rivero, llevaban al ilustre escritor a Santiago sentado con ellos en el coche. En una gasolinera, un dependiente se asustó al ver a aquel señor tan quieto. Pensó que era un muerto, por lo que llamó a la policía, que tomó el recinto en busca del asesino. En otra ocasión, una vecina le dijo a Asun: «¡Qué quieto está siempre tu suegro!». Lombera lo había colocado en la terraza. Pero, salvo por la barba, el parecido entre ambos es más que cuestionable.