Reportaje | La represión durante la Guerra Civil en la ría de Arousa Hoy son los restos de una antigua conservera, a punto de ser urbanizados. Ayer era una cárcel franquista en la que murieron doce reclusos republicanos entre 1937 y 1939
07 jul 2003 . Actualizado a las 07:00 h.?uando las máquinas empiecen a trabajar en los cimientos de una de las flamantes nuevas urbanizaciones de Rianxo, se llevarán por delante algo más que los restos de una fábrica de conservas a orillas de la ría de Arousa. La factoría, abandonada ya en la década de los treinta, fue utilizada por el bando franquista como campo de concentración de prisioneros republicanos, uno de los diez que se establecieron a lo largo y ancho de Galicia. En sus tiempos más oscuros, el campo de Rianxo albergó a más de un centenar de reclusos -tenía capacidad para 572 presos- la mayoría de origen asturiano. Doce de ellos murieron entre diciembre de 1937 y marzo de 1939, cuando faltaba un mes para el final de la Guerra Civil. Las causas oficiales son de lo más diverso -congestión cerebral, parálisis general, tifus abdominal, catarro pulmonar, septicemia estafilocócica- pero los testimonios de quienes sufrieron entre sus paredes hablan de condiciones higiénicas lamentables, e incluso de la inyección de una vacuna, seguramente en mal estado, que provocó la muerte a muchos de los prisioneros por falta de tratamiento. Realmente, las condiciones de vida en la cárcel franquista distaban mucho de un mínimo deseable. La página web www.asturiasrepublicana.com ofrece, entre otros foros, amplia información sobre lo que sucedía en la vieja factoría conservera. De acuerdo con las palabras de uno de los reclusos, Enrique Llera, se les obligaba a dormir directamente en el suelo. Sólo la intervención de los paisanos de la comarca, que les llevaban cargas de paja, consiguió que los presos tuviesen un lecho sino digno, sí al menos más confrotable que el duro cemento húmedo. Los prisioneros eran levantados a las siete de la mañana, con toque de diana, izado de bandera y el inevitable Cara al sol , que todos cantaban a riesgo de ser apaleados. Pese a que el agua potable era abundante, era racionada e incluso había sed entre la población reclusa. Los cuatro retretes que poseía el recinto se atascaron a las primeras de cambio. Nadie los reparó, así que fueron sustituidos por zanjas abiertas en el patio. Los supervivientes destacan, eso sí, el carácter humanitario del sargento de la Guardia Civil que dirigía el campo, vigilado por soldados. No era infrecuente que los fascistas de la zona se presentasen en la cárcel para intentar vengarse de los presos cuando las tropas franquistas sufrían alguna derrota. El mando nunca lo permitió. No pudo evitar, sin embargo, las visitas de falangistas asturianos, que buscaban en Rianxo caras conocidas para dar rienda suelta a sus ansias asesinas. Con las luces apagadas, los republicanos formaban en el patio, y eran repasados con linterna. Escogidas y esposadas sus víctimas, en muchos casos eran fusiladas contra los muros de la prisión.