El parque natural de Corrubedo es uno de los lugares más visitados del área barbanzana

M. J. M. RIBEIRA

BARBANZA

C. QUEIJEIRO

La media anual de personas que se desplazan hasta este entorno privilegiado se sitúa en torno a las 230.000 La tendencia se repite en los cuatro últimos años. El parque natural de Corrubedo recibe la visita de unas 230.000 personas en doce meses, lo que lo convierte en uno de los lugares más frecuentados de la comarca barbanzana. Un honor que comparte, principalmente, con el castro de Baroña, el mirador de A Curota o el dolmen de Axeitos. El continuo goteo de turistas que, cada año, se acercan a la zona, sobre todo en verano, se aprecia también en las calles de las villas barbanzanas y en los extensos arenales, como Cabío, Barraña, Coroso o Aguieira, por ejemplo.

12 jul 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

Tres son los puntos en los que se hace un recuento de la gente que pisa el parque natural de Corrubedo: las dunas, la playa de O Vilar y el edificio del centro de interpretación. En los últimos años, estos contadores arrojaron una cifra media anual de 230.000 visitantes, la mayoría de los cuales se acercaron a disfrutar de este entorno privilegiado en verano. Así lo confirma el biólogo del lugar, Manuel Somoza: «Un alto porcentaje, alrededor del 90, viene en la época estival». El profesional apunta que este año se va por el buen camino y, con toda probabilidad, se volverán a repetir o incluso a incrementar estas cifras. De los visitantes veraniegos, la mayoría son familias y grupos de amigos, mientras que, en invierno, destacan las excursiones programadas de colegios y universidades. En menor medida, «viene el perfil del turista ecológico, aunque últimamente sí se nota un aumento de este tipo de visitantes», apunta el biólogo, quien recuerda que los lugares de interés en el sitio son muchos, «puesto que mide 1.000 hectáreas, es decir, lo equivalente a 1.000 campos de fútbol». Por ser lugares de difícil acceso, menos visitados son los numerosos petroglifos que se asientan en los montes barbanzanos, los cruceiros, las piscinas naturales del río Pedras -en Pobra- o las diversas cascadas que se esconden en remotos lugares en los que aún es difícil ver la huella del hombre.