La novelista que se inspira en As Sinas

Bea Costa
Bea Costa VILANOVA /LA VOZ

VILANOVA DE AROUSA

MONICA IRAGO

Soledad Puértolas encontró en la ría de Arousa un lugar para escribir, disfrutar del mar y ahora también de sus nietos

21 ago 2016 . Actualizado a las 21:08 h.

No sabía que a las Rías Baixas le llaman «Galifornia» por las similitudes de paisaje y clima que tiene con la costa Oeste de Estados Unidos, pero ahora que se lo dicen, efectivamente, ella también las encuentra. «Sí, es verdad. Tiene un punto de la California de los años setenta, Galicia es muy vital y esa dejadez..., al final de la playa [As Sinas] hay un eucalipto que cae sobre el mar que es igualito a uno que había en la universidad». Habla con conocimiento. Soledad Puértolas vivió en su juventud en California y unos años después recaló en otra costa, ella que es de secano, adonde vuelve siempre que puede.

Su marido es de Vilagarcía y en 1991 se compró una casa en As Sinas (Vilanova), a un paso de ese mar que tanto le gusta y que tan importante es en su vida. «El agua me calma, será porque soy acuario», reflexiona.

Del secano de Zaragoza

Nació en Zaragoza en 1947 y allí pasó su niñez hasta los 14 años. Precisamente a esa edad vio el mar por primera vez en una de aquellas vacaciones en San Sebastián. El olor y el sabor de la salitre los descubrió en el Cantábrico pero es el Atlántico de la ría de Arousa el que la acabó atrapando. «Me encanta la idea de este mar, es maravilloso, es como un lago, está todo más controlado, es un mar a la medida humana», explica. El único pero que le pone es que está muy frío, así que sus zambullidas son ahora más esporádicas y breves, comenta entre risas.

Soledad Puértolas lleva en el corazón a su Zaragoza natal, tiene fijada residencia en Pozuelo (Madrid) y vuelve siempre que puede a escribir a Vilanova. Aquí encuentra la paz que necesita para alumbrar esas novelas y libros de relatos que después poblarán las librerías de toda España y parte del extranjero.

Su último trabajo, Chicos y Chicas, sale al mercado en octubre «y en él hay mucho de Galicia, quien lo lea y sea de aquí se dará cuenta», nos avanza. De modo que este agosto está resultado relajado y envolvente. «Estoy muy contenta porque estoy muy libre y estoy recuperando cosas pendientes».

En su ordenador portátil cobran forma una novela y un libro de ensayo con la tranquilidad que da no estar sujeta a plazos de entrega ni compromisos editoriales. Escribe por las mañanas y al llegar la hora de comer descansa sus castigadas cervicales y se da un homenaje en la cocina. A Soledad Puértolas le gusta cocinar y comer con un buen vino de modo que no le da pereza ponerse el delantal y pelar patatas, aunque solo sea para dos. Y si se incorporan esas dos personitas que han entrado últimamente en su vida, sus nietos, se aumentan las raciones y listo. Reconoce que en Galicia hay muy buenas carnes, pero prefiere hacer apología de los pescados, los mariscos y las verduras del mar y el campo de O Salnés. «En Galicia hay una calidad del producto estupenda. Hoy comimos una patata cocida con solo sal y aceite y estaba riquísima. Soy muy de bandejitas, de preparar muchas cosas distintas». Y para La Voz de Galicia se luce con unas almejas a la marinera.

La gastronomía es una de esas cosas buenas que encuentra en su tierra de adopción, en la que a falta de una casa, la de As Sinas, se compró otra en el barrio de San Tomé (Cambados), que, por circunstancias de la vida, al final ocupan más su hijo y sus nietos que ella. Y es que Soledad Puértolas ya no dispone del tiempo a su antojo como antes del 2010. Ese año ingresó en la Real Academia Española y eso la obliga a acudir cada jueves a esas comisiones en las que se decide si papichulo y almóndiga tienen que entrar a formar parte del diccionario o no.

Discusiones en la RAE

Las decisiones de la RAE en relación a estos asuntos suelen estar rodeados de polémica. «Cómo no la va a haber si ni siquiera nosotros nos ponemos de acuerdo. Hay muchas discusiones, a veces exacerbadas. Ninguna solución es satisfactoria con un cuerpo vivo como es la lengua», confiesa.

Y lo de la fama ¿cómo se lleva, la reconoce la gente por la calle o logra mantener el anonimato?, le preguntamos.

 

«Los escritores no tenemos la categoría de famosos, eso es cosa de los cantantes, a no ser que seas Vargas Llosa, que es Premio Nobel y ahora anda en otras cosas... Sí hay gente que me para por la calle y me dice que ha leído un libro pero no llega a ser fastidioso ni me perturba».

Hace cosa de veinte años la invitaron a dar el pregón de la Festa do Mexillón e do Berberecho de Vilanova y a partir de ese momento mucha gente supo que la autora de Queda la noche y de otra treintena de libros pasa largas temporadas en la tierra natal de Valle Inclán. Y ahí sigue, inspirándose en el remanso de paz que le ofrece la ría y disfrutando de las pequeñas cosas, como ir a tomarse un pincho con sus amigas cada viernes antes de comer o paseando a sus perros al lado del muelle de Corón. «Me siento a gusto aquí, he cogido raíces».