Los 25 años de la operación Nécora

Susana Luaña Louzao
susana luaña VILAGARCÍA / LA VOZ

VILANOVA DE AROUSA

Pese a los esfuerzos por ocultarse de las cámaras, el juicio de la operación Nécora le puso nombre y rostro a los narcos de la ría.
Pese a los esfuerzos por ocultarse de las cámaras, el juicio de la operación Nécora le puso nombre y rostro a los narcos de la ría. efe< / span>

El 12 de junio de 1990, los helicópteros sobrevolaron la ría de Arousa para llevar a cabo una espectacular redada que acabó con la impunidad de los narcos históricos

08 jun 2015 . Actualizado a las 22:23 h.

La víspera de aquel día, en Muros, un joven se preparaba para salir con sus amigos. Su padre, que era guardia civil, se lo advirtió. «Andar con cuidado que hoy va a haber una redada importante». Había agentes de ese cuartel preparados para actuar en la ría de Arousa y no solo de Muros, sino de todas las bases de las fuerzas del Estado en Galicia, porque hasta 350 policías participaron en una macrooperación que primero se llamó Mago pero que luego pasó a la historia como operación Nécora, un espectacular y efectista despliegue dirigido por Baltasar Garzón que le puso cara a la mayoría de los contrabandistas que se habían pasado al tráfico de drogas y que acabó con la impunidad con la que actuaban hasta entonces.

Al guardia civil de Muros no le faltaba razón. De madrugada, los helicópteros empezaron a sobrevolar la ría, y los que pensaron que se trataba de una actuación contra el furtivismo no tardaron en salir de su error. El despliegue policial sorprendió a Laureano Oubiña en pijama en su casa de A Laxe, y en la explanada de su pazo de Baión aterrizaron los helicópteros para convertir a la mansión en un símbolo de la lucha contra el narcotráfico.

La jornada concluyó con 16 detenidos en Arousa y dos en Madrid, que por si hacía falta alguna otra pirueta efectista, formaban parte de la yet set de entonces; eran Carlos Goyanes, marido de Cari Lapique, y Celso Barreiro. Otros que estaban en la lista lograron huir de la redada; el contrabandista Terito se cruzó con los furgones policiales cuando iba a coger el avión para Madrid, y fue en la capital de España donde se enteró de que varios amigos suyos dormirían esa noche en los calabozos. Tampoco cayeron entonces Manuel Charlín ni Alfredo Cordero, pero lo hicieron en otras operaciones más discretas que se llevaron a cabo en meses posteriores. Y en cuanto al cambadés Sito Miñanco, parece ser que lo dejaron ir para cogerlo más tarde con las manos en la masa. Y así fue, y de ello quedó constancia en el largo historial que lo mantuvo entre rejas hasta hace unas semanas.

Causas y consecuencias

Varias son las causas que provocaron la macrooperación, al margen de la querencia de Baltasar Garzón por los golpes de efecto. Estaba el testimonio del arrepentido Ricardo Portabales, que ya había contado algunas anécdotas jugosas a jueces y fiscales. Pero como desveló más tarde Carmen Avendaño, había también detrás un trabajo silencioso de casi un año entre Garzón y las asociaciones antidroga, que habían llamado a las puertas de la Audiencia Nacional para denunciar lo que estaba ocurriendo en la ría de Arousa con los antiguos contrabandistas reconvertidos al narcotráfico y que trabajaban con total impunidad.

Por eso es que, aunque aquella noche del 12 de junio -a punto de cumplirse ahora un cuarto de siglo de la operación- no se confiscó ni un gramo de droga, tanto los que fueron detenidos como los que no, quedaron marcados para siempre en la lista negra de las fuerzas del orden. Y los que no cayeron entonces no tardaron en caer.

El juicio en la Casa de Campo

El macrojuicio se celebró tres años después. Fueron 68 los procesados, y 52 los que se sentaron en el banquillo de los acusados para ofrecer, en la Casa de Campo de Madrid, una imagen para la historia. Dos de cada tres imputados resultaron condenados, y a los que quedaron absueltos se les detuvo más tarde en otras operaciones, porque ninguno de ellos supo nunca reconducir sus vidas por otros derroteros.

De los que acabaron llenando páginas de periódicos con sus apellidos, solo uno sigue en prisión: Laureano Oubiña, precisamente el que erró desde el principio su estrategia ofreciendo llamativos exabruptos en el juicio que provocaron que las fuerzas del orden y los agentes judiciales lo tuvieran siempre debajo de un diente, de ahí que nunca dejase de estar sometido a una feroz vigilancia. Otros, como Manuel Carballo o Terito, descansan ya en los cementerios, mientras que Sito Miñanco acaba de recuperar la libertad vigilada tras años de prisión. El que mejor se supo adaptar a los nuevos tiempos fue Manuel Charlín, que a los 83 años disfruta de una vida tranquila en su casa de Vilanova y no perdona sus horas de ejercicio en la piscina o su único vaso de vino antes de comer.

La sentencia de la operación Nécora fue muy criticada, porque hubo a quien las condenas le supieron a poco para semejante despliegue policial. Pero con los años se comprobó que Baltasar Garzón no se había equivocado al sacar a la luz los nombres de todos ellos. Primero, porque ya nunca recuperaron el anonimato que les permitía trabajar con impunidad; segundo, porque sus parroquianos dejaron de verlos como emprendedores y empezaron a señalarlos con el dedo; y tercero, porque hubo otras muchas operaciones posteriores, no tan espectaculares pero tanto o más efectivas, que demostraron que, en el fondo, ninguno de ellos era inocente.

Otras investigaciones

Todo había empezado unos años antes, en 1983, con la primera gran redada a los tabaqueros que acabó con el esplendor del Winston de batea; luego vino la Nécora; a finales de los noventa, una veintena de operaciones a cargo del incansable Vázquez Taín, y hace unos años, la Tabaiba, que dejó a los clanes gallegos sin infraestructuras para las descargas. Pero ya se sabe, que donde hubo fuego, cenizas quedan.