Vega: «De mi generación veo más giras de despedidas que de presentaciones. Nos están aniquilando»
VILAGARCÍA DE AROUSA

A Vega le cuesta cada vez más resituar su espacio en la escena musical. Este domingo, en Vilagarcía, emprende su enésimo intento, retomando en acústico la gira de «Mirlo blanco», con la que recalará en A Coruña y Santiago en el mes de junio
14 abr 2023 . Actualizado a las 09:38 h.Nadie puede enjaular a Vega. Salvo, quizá, la propia Vega. O esa ansia libérrima e indómita de Mercedes Mígel (Córdoba, 1979), no exenta de cierta fascinación por el malditismo, que tan mal encaja en las dinámicas actuales del negocio musical. Por mucho que se sobreponga —que lo hace—, Vega es del todo consciente del doble foco que sobre ella se coloca. Por un lado, el beneplácito del público y la crítica y, por el otro, la displicencia, cuando no el desprecio, de las élites de esa industria contra la que se rebela. Aun así, es quien de levantarse y emprender una gira, esta vez en un austero formato acústico. «Creo que la única forma de seguir encantada con la música es no bajarte de un escenario y tener ese cuerpo a cuerpo con el público. Si no, si te dejas empapar por cómo va evolucionando la industria, los de la vieja escuela —y yo me considero vieja escuela— podemos perder la ilusión con mucha facilidad. Volver a salir de gira es un poco salir a alimentarme. Y no lo digo en el sentido económico sino emocional.
—¿Has vuelto a tener la tentación de tirar la toalla?
—Sí, claro. Muchas veces. Pero no es una tentación. Es que llega un momento en el que las cosas se tiran solas. Ten en cuenta que Mirlo blanco es un disco que recién ha cumplido un año y en diciembre ya estábamos hablando de si había la necesidad o no de sacar un disco nuevo. A mí estas cosas me hacen darme la vuelta y pensar en que tengo que replantearme oootra [enfatiza la o] vez qué estoy haciendo.
—¿Se ha quedado «Mirlo blanco» por debajo de tus expectativas?
—Todo se queda por debajo de mis expectativas. Sería muy conformista si no fuera así. Pero bueno, tampoco es que yo tenga exactamente expectativas con un disco. Tengo ilusiones con él. Mis expectativas del disco ya están cumplidas en cuanto salgo de grabarlo. Yo no le pido que cumpla nada más. Ahora, tampoco le pongo cota. Es libre de llegar adonde llegue.
—Te noto más cáustica que nunca.
—Es que la industria musical está descomponiendo su propio tejido. La prueba es que este año, de mi generación veo más giras de despedida que de presentaciones de discos. Nos están aniquilando.
—¿Ha desaparecido la clase media en la música?
—Sí, claro. Pero es que en esa clase media estábamos gente con muchísima trayectoria. Hoy hay gente a la que le pagan un pastizal por salir a decir burradas en un escenario donde solo hay una máquina y unos tíos desafinando con un autotune. Yo si salgo a un escenario y veo eso digo: «Me quiero bajar». No jugamos a lo mismo. Y llega un momento en el que te desencantas y dices: «Me voy porque no puedo». Entre otras cosas, porque no puedo pagarlo. Yo llevo un equipo de 15 personas. Una máquina no te pide un sueldo.
—¿No irás a anunciar tu despedida?
—No. Yo el día que me vaya, me fui. No pienso avisar. Si lo hubiera avisado cada vez que lo he pensado, sería como lo de Pedro y el lobo, no se lo iba a creer nadie.
—Busquemos la luz. Algo habrá que te reconforte.
—Me emocionan momentos muy precisos. Me emocionan mi hija y mi familia. Pero incluso con ellos son momentos puntuales. En los que sucede algo. Y en la música, me reconforta esa parte del directo, que hace que me olvide de que la industria es industria y que genera una comunión con el público que no se paga con dinero. Es entonces cuando digo: «Por eso estoy aquí».
—Has sido lobo, has sido pez, has sido mirlo. ¿Qué te sientes ahora?
—Yo creo que me voy a ir a pantera [se ríe]. Tengo que defenderme de alguna manera. Porque está claro que lo de los animalitos más débiles... Primero, no se corresponde con mi carácter y, segundo, este año he encontrado dos mirlos muertos y yo que soy muy supersticiosa he dicho: «Mira, una pantera muerta no me va a aparecer. Fijo».
—«Soy una bestia parda. Pero ni aun así. Como que no te escuchan, no te dan el sitio», has dicho.
—Es que yo no quiero morir de buena crítica. Mira, ayer me encontré un tazo con mi cara. ¿Te acuerdas de los tazos? Y pensé: «Joder, 20 años atrás yo empecé en un tazo. Me he dejado la puñetera vida para sacarme del tazo y ganarme una credibilidad que me ha costado diez mil veces más que a cualquier otro porque venía de Operación Triunfo, que entonces éramos la escoria». Pero fui quien de levantarlo. Y ahora, voy a morir de éxito curricular. Yo no quiero grandes elogios ni supercolaboraciones. Es cierto que me siento superrespetada por la profesión y querida por el público, pero yo lo que quiero es tocar.
—El concierto del domingo en Vilagarcía es en sesión vermú. ¿Te mola ese horario?
—Me mola porque creo que la gente va con una actitud distinta a cuando te van a escuchar de noche. Yo soy una gran defensora de los conciertos tempraneros. Quizá porque me estoy haciendo mayor, también puede ser. Pero eso de ir a un concierto a las ocho de la tarde y a las diez poder irte a cenar, me parece estupendo. Y retomar los domingos es fantástico. Desde que la iglesia no está presente en nuestras vidas, los domingos parecen olvidados, cuando en un domingo se pueden hacer diez mil cosas maravillosas. Entre ellas tocar en una sesión vermú. O ir a un concierto.
—Esta gira la haces en formato dúo. ¿Has desechado la banda?
—Girar con la logística de una banda es arduo y complicado. Cuando se den las condiciones para tocar con banda, lo haré. Pero yo me niego a tocar a costa de la gente con la que trabajo. De hecho, en noviembre, una parte de esta gira estaba prevista con banda. Pero no sé, ahora mismo como que no tengo muchas ganas de tocar con banda. Si estoy en ese momento de intentar volver a retomar las ganas a base de ensayo y error, tirar la casa por la ventana no tenía sentido. Aparte, si es verdad que tengo que hacer otro disco, tengo que ahorrar. Es así de básico.