Sobrevolar el último verano de Rosalía

Serxio González Souto
Serxio González VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

La estructura de acero del mirador de la cruz de Xiabre, a 410 metros sobre la ría, permite contemplar con un solo golpe de vista el recorrido que la matriarca das letras cubrió en busca del mar de Arousa antes de morir

05 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El 15 de julio de 1885, Rosalía de Castro le pide a su hija Alejandra que abra la ventana de su habitación en la casa de A Matanzala misma que hoy alberga su museo y la sede de la fundación a la que da nombre— para intentar contemplar el mar una vez más. Padrón está demasiado lejos de la ría de Arousa como para hacerlo posible, pero el deseo y el delirio imponen sus propias razones. Los labios de la matriarca das letras no pronunciarán ya más palabras antes de que sucumba al cáncer que la devora. Es el mismo mar que, apenas unos días antes, había dado pie al último viaje que la poeta emprendió en vida. Su marido, Manuel Murguía, relató aquella estancia en la introducción a sus obras completas, que él mismo editó en 1909: «Antes de caer para no levantarse más; antes de aceptar resignada el doloroso calvario con que el Cielo quiso probarla, marchó a Carril con los suyos. Quería ver el mar antes de morir: el mar que había sido, siempre, en la Naturaleza, su amor predilecto».

Entre O Carril y Bamio, a 410 metros de altura sobre el nivel del mar, se levanta un mirador de acero. Es nuevo. Esta mañana reluce al sol furtivo que, por un momento, se la juega a las nubes grises en este húmedo inicio de noviembre. Instalada por el Concello de Vilagarcía hace unos meses, la estructura rodea una vieja cruz de hierro, la cruz de Xiabre, en su despliegue circular en pos de una de las mejores panorámicas que puedan describirse sobre la mayor de las rías gallegas y los meandros que dibuja a su encuentro el río Ulla. Un solo golpe de vista permite contemplar desde aquí el trazado al completo de aquella última incursión de Rosalía en busca del mar de Arousa.

La familia viajaba en ferrocarril entre la estación de A Matanza, a un paso de su hogar, y la de O Carril. Han transcurrido 137 años, y es probable que quien adquiera un billete lo desconozca, pero el camino a orillas del Ulla que todavía recorre el tren regional entre Vilagarcía y Santiago es, en lo sustantivo, el mismo que entonces. No abundan, en la obra de Rosalía, referencias expresas a lugares concretos. La vertiente sur de la ría goza del raro privilegio de contar con tres. Dos de ellas apuntan a O Carril: en el poema Pasa río, pasa río de Cantares gallegos (1863) y en el relato Conto gallego, publicado en Argentina mucho después de la muerte de su autora, en 1923. La tercera se detiene en las Torres de Oeste, en Catoira, en unos versos de lúgubre desesperanza a los que la fortaleza que frenó a vikingos y sarracenos dio título: As Torres d’Oeste, en el quinto de los libros que componen Follas novas (1880).

Todo está ahí abajo. El primer camino de hierro de Galicia. Padrón y A Matanza, que hoy han amanecido cubiertos por nubes blancas que parecen brotar del río. Las torres, «tan soyas e mudas». O Carril y su enigma por resolver con respecto a la casa en la que Rosalía y su familia residieron durante aquella estadía final. El Ulla, que discurre «pola verde ribeira [...], camiño do mar salado / camiño do mar sin fin» que Sálvora despide a lo lejos como un solitario trazo de tiza en un inmenso encerado azul.

  • El camino. Puede cubrirse a pie desde Carril, visitando los petroglifos de Os Ballotes en su tramo inicial. Son unos seis kilómetros de ascenso.
  • Dificultad. El último tramo desde la carretera de Fontefría, alrededor de un kilómetro, ofrece una pendiente del 10 %.