Hoteles donde no puedes leer el periódico

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

MONICA IRAGO

En muchos establecimientos españoles, también en Vilagarcía, han desterrado los diarios en papel

16 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

He asistido a una conferencia impartida por una profesora del Basque Culinary Center en la que ha quedado claro que los tres primeros segundos en un restaurante, te marcan. Nada más entrar, antes incluso de que nos atienda el camarero recepcionista o el maître, nos golpeará una cadena de sensaciones que predeterminará nuestro confort. Lo primero que percibiremos serán los aromas y los olores. Eso influirá un 50% en nuestra sensación de confortabilidad. Un 26% influirán en nosotros los colores de la decoración, un 9% la temperatura y un 5% los sonidos y la música ambiental. El 10% restante dependerá de circunstancias variables, pero la termocepción o sensación provocada por la temperatura, los olores, los colores y los sonidos va a determinar nuestra nocicepción o estado de confort.

¿Cómo funciona esto de los primeros momentos en los hoteles? Pues lo primero es que el tiempo de las impresiones se alarga hasta los 15 minutos. Al entrar en un hotel, la atención en recepción es fundamental: recibirnos con amabilidad, solucionar los problemas, darnos consejos, indicaciones y facilidades. Ya en la alcoba, su tamaño, la amplitud del cuarto de baño, si hay mesita o no, si hay un taburete para depositar la maleta y deshacerla cómodamente, si hay nevera… ¿Tienen cajones las mesillas, hay armario o han colocado una sucinta barra, para entrar en la ducha hay que hacer salto de altura o es una cabina accesible, hay bidet? Todo lo que percibamos durante el primer cuarto de hora determinará el resto de la estancia.

Mi mujer se queja de que las críticas de los hoteles que aparecen en periódicos y revistas están hechas siempre por hombres y por eso son críticas que no sirven para gran cosa. «Los hombres os fijáis en las tonterías y las mujeres en lo fundamental. ¿De qué sirve que la habitación tenga unas vistas magníficas y unos sillones de cuero para admirarlas si luego resulta que no hay un buen armario, las mesillas no tienen cajones, no hay una plataforma para deshacer la maleta, es más fácil abrir la caja fuerte que encender la calefacción y lo peor, no tiene bidet?».

Estuvimos en un conocido hotel de A Coruña de cuatro estrellas, frente a la playa de Riazor, cuyo armario era una barra con unas perchas en una esquina. Mi mujer tiene toda la razón. Estos hoteles lujosísimos ofrecen unos amenities finísimos de la muerte que van desde los bombones hasta la copa de oporto y la cesta de fruta y unos toiletries que te licúas: jabones, geles, champúes, cremas hidratantes, desmaquillantes, gorros de ducha, dentífrico, cepillo de dientes, hilo, aguja, calzador, abrillantador de zapatos… Vamos, que aquello parece más la droguería de Totó que el WC del Luxury Mandarín Palacete Hotel Resort & Relais, que esa es otra, los nombres tan largos que tienen los hoteles finos y los armarios tan ridículos. ¿Pero dónde está el bidet? Por no hablar de la ducha, que aquello no lo pone en marcha ni un ingeniero de sistemas. A veces, ¡eureka!, consigues que salga agua, pero te pueden suceder tres catástrofes: que salga disparada hacia ti, que salga helada o que salga hirviendo. ¿Eso es lujo?

Los críticos de hoteles, muy finos y varones ellos, valoran el diseño del mobiliario, los ventanales, la tele, el desayuno, el vestíbulo, la amplitud de la cama, las vistas, pero parece como si no se ducharan el cuerpo ni se lavaran el culete, no deshicieran la maleta, no colocaran la ropa ni encendieran la climatización. Dejamos para el final un tema que he comprobado en algunos hoteles de Vilagarcía: la alergia al papel que les ha entrado a los hoteles españoles. En primer lugar, al higiénico: compran el más barato, el más finito y el que más se rompe. En segundo lugar, al periódico de papel, que, directamente, no lo compran. También han desaparecido los periódicos de muchos bares y cafeterías, pero en ese caso no en toda España, sino solo de Madrid hacia abajo, donde ya antes de la pandemia se leían menos periódicos (y también hay más paro, menos sueldo, menos ordenadores, se va menos al cine y al teatro, se ve más la tele). Es una decisión que explica el mundo moderno: que hay una pandemia, pues eliminamos la lectura.

Un placer al desayuno

Antes daba gusto bajar a desayunar, coger el periódico en papel, llevártelo al comedor y leerlo mientras tomabas el bol de fruta, el vaso de zumo, una tostada con mantequilla y otra con tomate y jamón, los huevos con salchichas, el café, el cruasán, la napolitana, las tartas y todas esas cosas dañinas que tomamos en los desayunos de los hoteles cuando salimos de casa. Nada de eso, puro colesterol, glucosa y triglicéridos en vena, ha desaparecido, pero el periódico, sí, que ya se sabe que la lectura sube el índice de cultura, el índice de capacidad crítica, el índice de reflexión, el índice de análisis y eso es mucho más grave que todos los colesteroles malos y azúcares en sangre juntos. Hoteles de cuatro estrellas, donde antes te colgaban en la puerta de la habitación una bolsa con un periódico, han desterrado la prensa y cuando la pides, te dicen que la han quitado por razones de salud. ¿De salud mental? ¿De salud social? ¿De salud cultural?