No es tan fácil coser y cantar

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Martina Miser

Desde su escuela de diseño y moda en Vilagarcía, Luz Prado organiza cursos para aprender a usar la máquina: «Mucha gente se la compra y no tiene ni idea de cómo funciona»

06 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace no tantos años, la máquina de coser formaba parte del menaje doméstico. Su manejo, al menos para realizar las operaciones más básicas, se transmitía de generación en generación. Para qué vamos a engañarnos: pasaba de madres a hijas, porque «coser y cantar» siempre ha sido tenido por cosa de mujeres. Y por eso, coser ha sido considerado, históricamente, un ejercicio sencillo, sin dificultad ni valor. Sin embargo, cualquiera que haya intentado manejarse entre telas, hilos y agujas saben que de fácil, no tiene nada. Y eso queda demostrado porque a día de hoy, aquel saber remendar, cambiar cremalleras y sacarle a la ropa todo su jugo ha quedado en el olvido. Como algo de aquel viejo «coser y cantar» sigue quedando en el ambiente, hay quien aprovecha una buena oferta para comprarse una máquina. Y cuando la tiene en casa, se encuentra con que no sabe qué hacer con ella. Esa realidad se traduce en numerosas llamadas pidiendo auxilio a la escuela de diseño y moda de Luz Prado, en Vilagarcía de Arousa. Tanto es así, que esta mujer lleva ya unos años organizando sesiones monográficas para enseñar a manejar las máquinas de coser: desde el enhebrado, al tipo de aguja que hay que emplear en cada ocasión. Pasando por los trucos de mantenimiento del aparato y acabando con ejercicios prácticos.

El curso se desarrollará el 25 de junio, de cuatro y media a ocho y media de la tarde. Son cuatro horas intensas de escrutinio de una máquina con una larga historia a sus espaldas. «Ya no se trata solo de saber hacer lo básico. Se trata también de sacarle todo el partido posible a la máquina. Hay gente que llama desesperada porque ‘no le funciona bien', y a lo mejor es que para lo que quiere hacer, no está usando la aguja adecuada».

El curso de manejo de la máquina de coser es solo uno de los talleres temporales que organiza la escuela, donde también se imparten monográficos sobre elaboración de bolsos de playa o sobre el manejo de la remalladora, otro artilugio lleno de secretos. Estas formaciones puntuales enriquecen la oferta que se despliega en este centro formativo, ubicado en As Pistas, donde Luz trabaja con grupos reducidos en cursos de corte y confección, patronaje industrial, moulage —una técnica de corte y confección en la que se trabaja directamente sobre maniquí o sobre el cuerpo de una persona— y el moulage origami, una técnica que ofrece resultados sorprendentes, como si la tela se sostuviese simplemente con dobleces. Luz aprendió esta forma de trabajar de la mano de Shingo Sato, «el mejor patronista del mundo», dice. Y es que desde que decidió convertir lo que era su afición, en su trabajo, esta mujer, natural de Barro, no ha parado de formarse, de estudiar, de prepararse para «poder dar lo mejor a quien recurre a la escuela».

La historia de Luz con la costura comenzó con mal pie. «Estaba acabando mis estudios de administrativo y el último curso tenía muy pocas clases. Mi madre quería que aprovechara el tiempo, así que me dijo que me metiese en clases de costura. Yo le dije: ‘¿En serio? ¿Costura?. Y sí, iba en serio y me apuntó». Ahí le cogió el gusto al tacto de las telas y de los hilos, aunque siguió el camino profesional que marcaban sus estudios. Pero la crisis del 2008 lo cambió todo, se quedó sin trabajo y retomó la formación en corte y confección. «Pensaba en abrir una tienda de arreglos y de ropa a medida», recuerda. Sin embargo, la idea fue madurando, haciéndose más compleja, y acabó decidiendo abrir un centro de formación moderno y luminoso en el que ha comenzado a trabajar con su propio método de enseñanza: un libro en el que desentraña los secretos del oficio paso a paso, llenando cada unidad didáctica de instrucciones claras y de consejos útiles, «del estilo de los que me habría gustado que me diesen a mí cuando era alumna».

El método Luz Prado, homologado por el Gobierno, comenzó a escribirse durante el confinamiento. «Pensé que había que aprovechar ese momento de encierro, de parón», dice la profesora de corte y confección. Y tanto que lo aprovechó: escribió un libro a medida que es, reconoce, «un motivo de orgullo para mí».

 Prepararse para trabajar, customizar la ropa, despejar la cabeza

Luz Prado trabaja siempre con grupos pequeños. Es la manera, dice, de garantizar que cada persona que acude a sus clases recibe la atención debida. «Hay gente que aprende más rápido, otra que necesita más tiempo», y ella quiere respetar todos los ritmos. «Además, no todo el mundo viene a los cursos por la misma razón», señala. Hay alumnas que se matriculan porque quieren trazar su futuro profesional por el camino del diseño, del patronaje, de la confección. Hay otras, sin embargo, que acuden para saciar su curiosidad y para «sacarse la espinita» de no saber coser. «Muchas de las que vienen así, para despejar la cabeza, acaban disfrutando tanto con esto, que algunas hasta se deciden a sacar el curso», señala Luz. En sus aulas podemos encontrar a mujeres llenas de energía que rondan los setenta, y a niñas de nueve años que se empeñan en ir a las clases para saber cómo customizar su ropa, dándole un toque personal a cualquier prenda.

«Aquí viene mucha gente que empieza desde cero, que no ha cosido en su vida», dice Luz. Hablamos en femenino porque el alumnado está compuesto íntegramente, en estos momentos, por mujeres. «Alguna vez ha venido algún chico. Y la verdad es que entran muchos hombres a preguntar y a pedir información, pero al final no se atreven aún a dar el paso», explica Luz. Todo se andará.

Mientras tanto, la profesora no para. En estos momentos, está dándole los últimos retoques a la que será la página web de su escuela. Al mismo tiempo, está elaborando un curso de patronaje por ordenador que quiere comenzar a impartir el próximo año. No para de imaginar nuevos monográficos que puedan interesar tanto a sus alumnas como a la población en general. «Suelo fijarme metas y suelo cumplirlas», dice sonriendo. Y mientras va cumpliendo con esos retos, no se olvida de una de sus grandes pasiones: hacer sus propios diseños. «Últimamente tengo tantas cosas que no he podido dedicarle mucho tiempo, pero es algo que no pienso abandonar nunca», señala. Y es que para ella es un orgullo participar en desfiles y «dejar huella». En cuanto pueda, preparará una nueva colección. Mientras, seguirá creciendo viendo como cada una de sus alumnas evoluciona, crece, cose... Y solo si quiere, canta.