Julián Domínguez cierra La Parra tras catorce años de buena e inquieta cocina desde Vilagarcía

Serxio González Souto
s. gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Julián Domínguez y su padre, en la inauguración de La Parra de Julián, hace cinco años
Julián Domínguez y su padre, en la inauguración de La Parra de Julián, hace cinco años MARTINA MISER

El chef promete regresar con un nuevo proyecto después de que una mala caída precipitase el cierre de su emblemático restaurante

17 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«La verdad es que estoy abrumado al comprobar lo mucho que nos quería la gente», confiesa el restaurador Julián Domínguez, que el lunes formalizaba a través de su perfil de Facebook la despedida de uno de las casas de comida que más ha dado que hablar y que comer en Vilagarcía de Arousa a lo largo de los últimos años. El anuncio de que La Parra no volverá a abrir sus puertas desencadenó un aluvión de mensajes y llamadas de teléfono, que Julián y María García agradecen hasta el punto de garantizar que la energía permanece intacta y que su recorrido en el mundo de la cocina está lejos de haber concluido. «Esta es una etapa que se cierra, pero el camino no se acaba aquí; ahora toca cuidarnos y descansar para regresar en el momento conveniente con un proyecto que nos permita divertirnos, disfrutar y lograr el equilibrio», subraya el restaurador.

La trayectoria de Julián Domínguez (Santa Coloma de Gramanet, 1976) en la capital arousana se inició en el 2007, cuando el cocinero se propuso dar nueva vida a La Parra, la tapería que funcionaba en la calle Méndez Núñez. Un año más tarde, sus dos compañeros se descolgaban del proyecto, que a partir de entonces quedaría en manos de Julián, dispuesto a dar una vuelta al concepto de las tapas de toda la vida para acercarlas al formato que se espera de un buen restaurante.

De sus fogones han surgido un puñado de clásicos de la gastronomía vilagarciana en pequeño formato, como los chupachups de pollo, la oreja a la plancha, aquellas ensaladas en las que sobresalían la manzana y las pequeñas mazorcas de maíz o el recurso chispeante a los peta zetas en los postres. Además de las ancas de rana, un guiño a los sabores de La Bañeza que su padre supo inculcarle. Tiempo después, en el 2016, llegó el momento de buscar un espacio que permitiese el pleno desarrollo de su idea de lo que debería ser un establecimiento al servicio de la experiencia gastronómica. Nacía, así, La Parra de Julián, en la plaza de O Castro, el mismo lugar en el que ahora firma este punto y aparte.

El último año y medio ha supuesto un verdadero viacrucis para la hostelería. Pero las razones de que La Parra haya llegado a su final no se encuentran en los rigores de la pandemia, sino en algo tan sencillo y doloroso como una mala caída, que le exigirá a María siete meses de recuperación. Ella y Julián prometen regresar con la misma inquietud y la buena mano que son marca de la casa, mientras La Parra, que se va con la hojarasca del otoño, ocupa su rincón en la memoria.