La resistencia del mercadillo: «Non nos queda máis remedio que saír; os impostos hai que seguir pagándoos»

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Martina Miser

Solo media docena de puestos encararon el temporal y el miedo al covid ayer en Vilagarcía

03 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Jorge Campos lleva toda la vida vendiendo en los mercados. Ha pasado años buenos, años malos y ahora ha llegado el momento de «os peores». Ayer, su puesto de embutidos, quesos y salazones era uno de los seis que se montaron alrededor de la plaza de abastos de Vilagarcía. Si los cierres perimetrales no eran suficientes para desanimar a los vendedores, las previsiones de lluvia y viento habían acabado de convencer a la mayoría de que no era día de salir a vender nada. «Eso de ter o tempo no móbil inflúe moito... As veces cando te levantas ves que venta e chove, pero logo abre e tes un bo día», cuenta Jorge. Ayer no fue el caso. «Hoxe non compensa ter vido... Pero sempre hai clientes que se achegan a comprar e non podes fallar», asegura este santiagués.

Nélida y Maricarmen son otras de las heroínas que desafiaron al mal tiempo y se plantaron en el mercado con su puesto de frutas. «O noso é produto perecedoiro. Temos que intentar vendelo, senón temos que tirar con el». Así que allí estaban, bajo una lluvia constante, echando unas cuentas que no salen. «O ano pasado perdemos de traballar a campaña da fresa e da néspera. E este ano a ver como vai ser a cousa. Vannos volver pechar cando empece a moverse a cousa», dicen. «Un día coma hoxe non compensa vir. Pero quen o sabe? Non imos quedar na casa. Hai que saír, non nos queda máis remedio, porque os impostos hai que seguir pagándoos».

Otro par de puestos de alimentación, dos floristas que se refugian de la lluvia bajo los toldos desplegados, y un puesto de paraguas cuyo titular ve llover desde detrás de la ventana de su coche, completan el mercado. Puestos de ropa no hay ni uno. «Para eles é moito máis complicado saír nun día coma o de hoxe. E cos peches perimetrais... A xente bota contas e non saen», dicen los escasos asistentes al mercadillo ambulante. Dentro de la plaza, el ambiente tampoco es de martes. Si no fuese porque hay más puestos de pescado despachando, cualquiera podría pensar que estamos a miércoles: la actividad es mínima. Y eso que los frutos del mar, en estos momentos, están a precios más que apetecibles. Febrero, explican las peixeiras, siempre es así. También el edificio de la plaza de la verdura presentaba ayer una imagen desangelada, con las vendedoras -menos que de costumbre- acodadas sobre sus productos, intentando llamar la atención de los pocos clientes.

«Xente que nunca comprou unha flor, agora está a levar; queren poñer un pouco de alegría e color na súa casa»

Son cuatro las vendedoras que habitualmente ofrecen sus flores en el mercadillo ambulante de Vilagarcía. Ayer solo había dos en las inmediaciones de la plaza de abastos. Y habría sido solo una la que se acercase a probar suerte si Rosalía Baamonde, que tiene su negocio en Galáns, no hubiese tenido que acudir a la capital arousana a llevar un encargo. «Xa tiña que vir, e decidín probar», explica ella. A media mañana, bañada por la ducha y congelada por el viento, calculaba cuánto tiempo más mantendría su puesto abierto. «O día está fatal, fatal», relataba.

En el mercado de Vilagarcía, dicen las dos vendedoras de flores, se nota la ausencia de quienes acuden desde otras localidades para hacer allí sus compras. «Eu teño xente de András, de Baión, de Vilanova...», que ahora no pueden asomar por el mercado de Vilagarcía. Así que, a quienes suelen hacer gasto en los puestos, «lévaselle o que precisen a casa». A los buenos clientes, al fin y al cabo, hay que cuidarlos.

«Vaise vendendo»

Aseguran las vendedoras de flores que resisten bajo la lluvia de este martes de febrero que las ventas han bajado, claro. Pero «tampouco me podo queixar, algo vaise vendendo», según apunta una de ellas. En el mercado, el 70 % de las ventas de flores que se hacen tienen como destino embellecer los cementerios de la zona, recordar a los seres queridos. Y ese es un motivo tan poderoso, que incluso aguanta el pulso de los tiempos de pandemia.

Pero es que, además, desde el inicio del confinamiento a los puestos de venta de flores ha comenzado a acercarse otro tipo de gente. «Xente nova que nunca comprara flores e que agora ben buscar porque parece que lle queren poñer un pouco de color á casa», señalan las vendedoras. «É como se, coa tristura que hai nestes tempos, a xente quixera poñerlle un pouco de alegría e de natureza na casa. Hai unha señora, duns sesenta anos, que empezou agora a mercar flores, ven a por un paquete de margaridas e repárteas polas habitacións», cuentan.