La decana del fútbol femenino gallego

Pablo Penedo Vázquez
pablo penedo VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

MARTINA MISER

Carolina ha soplado en el campo cada una de las 25 velas cumplidas hasta hoy por el Atlético Arousana

08 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«Juego al fútbol desde que nací». Y a una semana de cumplir los 41, la existencia de Carolina Baños sigue pivotando sobre una esfera enfundada en cuero. Una pasión que la define tanto a ella, como por extensión al Atlético Arousana. El equipo gallego que participó en el bautismo de la Primera Nacional como categoría de plata del balompié femenino español, y también el primero de Galicia en ganar su Liga. El club que cerraba el 2019 celebrando 25 años de camino, con Carolina soplando sobre los terrenos de juego cada una de las velas de los sucesivos aniversarios de su fundación. La eterna capitana que ha visto licenciarse a decenas de compañeras y centenares de rivales con la ilusión llenando cada verano el depósito de sus piernas y cabeza; y la responsabilidad llevándola a asumir hace tres lustros parte del peso de ese ingrato trabajo a la sombra con el que toda directiva trata de mantener el latido de unos colores que ya quisieran poder alimentarse tan solo de apasionado amor.

Carolina mira atrás y ve una niña disfrutando de aquellos largos fines de semana en casa de su abuela con un balón pegado al pie. «Era levantarse los sábados a las 9 de la mañana y jugar con mis primos en el campo de al lado hasta el atardecer del domingo. Ibas un sábado y aparecían niños; a lo mejor jugábamos 15 contra 15». Todos ellos, menos ella, que siempre se sintió «uno más» en aquellos maravillosos años de EGB, en los que compartía pupitre y fútbol de patio con quien se convertiría en campeón del mundo Sub-20 con Casillas y Xavi, Pablo Coira, del que destaca «una capacidad física que ya era una pasada».

El consejo desafortunado de un médico de que debía dejar de practicar deporte «hasta que parara de crecer» por un problema de rodillas apartó a Carolina del taekuondo, que entrenó con esmero tres o cuatro años, dejando expedito el camino para su larga relación con el fútbol. Ante el anquilosado reglamento federativo y su veto a la mujer en la carrera futbolística, la casualidad quiso que una amiga de su prima fuese una de las integrantes del grupo de adolescentes que estaban fraguando en Vilagarcía la creación del Atlético Arousana en 1994.

El primer año, relata Carolina, «tuvimos que jugar en Autonómica de fútbol sala, porque la Federación no permitía equipos de fútbol femenino». Una campaña de duro pero provechoso aprendizaje: «El primer partido que jugamos fue en Vigo, contra el Castelao Olivo. Al ver gente tan veterana, y nosotras tan jóvenes, pensamos ‘Esto está chupado’. 14-1. Nos metieron una tunda».

Al acabar la temporada «varios equipos, el Aguiño, el Val do Ulla, nosotras, fuimos a pedir una Liga a la Federación Gallega y nos dijeron ‘¡Que disparate!’». El prejuicio que no había recibido de ningún niño le llegó a Carolina de boca de los prohombres del fútbol.

La respuesta de los clubes fue montar su propia Liga, pagándose un seguro. Bastaron dos ediciones para, apunta Carolina, dejar en evidencia a la Federación, forzada a crear una competición femenina bajo su paraguas en 1997. Tres años después, con el título autonómico en la mano, «en julio la Federación Española decidió crear la Primera Nacional de la noche a la mañana, y nos dieron dos días para aceptar el ascenso. Y un poco a lo loco, dijimos que sí», exclama la gran capitana.

Empezaba la era dorada del Arousana: «Éramos el único equipo gallego de la categoría y viajábamos por el norte de España cada dos semanas. Todo eran novedades. Todo era ilusión. Jugar contra rivales como el Sporting Gijón». Y ganar su primer y hasta hoy único título en la categoría de plata. Zanjándolo en la última jornada con 70 puntos, tras ceder tan solo una derrota y un empate para superar en 1 punto al Nuestra Señora de Belén de Burgos, recién descendido de Primera División. El premio al trabajo y el sufrimiento de tres años, con dos títulos esfumados antes en la jornada de clausura, ambos con el Sporting Gijón como rival directo en el último partido y beneficiario.

Espoleado por una adolescente Mari Paz Vilas y sus más de medio centenar de goles, el Arousana soñó en la campaña 2005/06 con el salto a la élite en la liguilla de ascenso aún perdiendo por un gol de penalti con el L’Estartit en casa. Tocaba ganar a domicilio al Atlético de Madrid. «Fue en el Cerro del Espino. Llegamos y había una parafernalia de la hostia. El himno del Atlético, la mujer de Gil y Gil, que era la presidenta, en el palco, el campo lleno... Pero nosotras, sin complejos. Vinieron buses de Vilagarcía», rememora Carolina. El partido acabó en goleada local. «Hubo decisiones arbitrales un poco raras. Entre que subiera el Atlético de Madrid y el Atlético Arousana... Pero no puedes llorar. Nos ganaron», asume con deportividad.

La marcha de Mari Paz al Levante y de Míriam Domínguez al Oviedo ese mismo verano inició el lento pero progresivo declive del Arousana, para acabar convertido en equipo ascensor entre Primera Autonómica y una Primera Nacional hoy devaluada a categoría de bronce. Proceso que Carolina atribuye en buena medida al bum del fútbol femenino y la multiplicación de equipos, de lo que se alegra por que «las niñas de ahora tengan la oportunidad que yo no tuve en su momento».

La vilagarciana disfruta en el presente de las 90 fichas con las que contó este curso el Arousana, «el mayor número de su historia» y un espaldarazo a la filosofía de cantera que, pregona, alienta al club. Otro motivo más para continuar adelante: «En algún momento tendré que retirarme. A mí lo que me anima es la adrenalina de entrenarme y jugar. Y de momento, me encuentro bien, tengo ganas y el cuerpo me respeta».