La nieta de Pantera, tras el rastro de la leyenda de su abuelo

Pablo Penedo Vázquez
Pablo Penedo VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Martina Miser

Empujada por su madre, pero atrapada por un «flechazo», Ana González Rodríguez practica boxeo desde hace año y medio

04 jun 2020 . Actualizado a las 01:46 h.

Cuando Felipe Rodríguez Piñeiro, Pantera, falleció a causa de un tumor cerebral no sabía que algún día tendría una nieta. Fue cuatro años después de aquel 1 de junio del 2000 cuando nació Ana González Rodríguez, hija de la primogénita de Pantera, Ana Belén. Tres generaciones conectadas por el boxeo. Ese deporte que convirtió al abuelo en la mayor leyenda de Galicia sobre un cuadrilátero, en el que nadie en España pudo despojarlo del cinturón de campeón nacional de pesos pesados, título que defendió en nueve ocasiones en un récord todavía por batir. Un asfixiante legado para tantos otros descendientes de ilustres; un motivo de puro orgullo y motivación para Ana, que sueña con batirse algún día en el ring sin más ambición que recorrer con paso firme el camino.

Que la nieta se decidiese a probar el boxeo hace año y medio es culpa de su madre. Ana Belén aplicó con su hija el mismo principio que Pantera había empleado con ella de niña: «Yo empecé a salir con mi padre a entrenar con 6-7 años. Por la Solana, un hotel de A Coruña, y Riazor. Entonces vivíamos en el barrio del Temple. Para él era muy importante que yo me supiese defender. Corría con él, hacía abdominales y guantes con él...» Y así hasta que «con 15 años lo que yo quería era estar con mis amigos, y dejé de ir a entrenarme con mi padre». Tras su muerte, no mucho después, «no fui capaz de volver a pegarle a un saco, no fui capaz», confiesa Ana Belén, que recuerda a Felipe Rodríguez como «un entrenador duro, que cuando yo decía ‘¡Que no puedo, que no puedo! él me respondía ‘¡Que sí!’». Una lección que «me ha servido para la vida. Si sigues luchando, si sigues luchando, al final lo consigues siempre», apunta la primogénita de Pantera.

Un hombre que flota en el ambiente en la conversación con las cuatro mujeres de la familia, con María José Lorenzo, la viuda, declarándose «orgullosa» de su nieta «porque sae ao avó», y dispuesta a hacer con Ana lo que nunca hizo con su esposo. «¡Nunca, nunca fun mirar a Pantera. Preocupábame. Unha vez que tivo un combate en Londres, eu quedei no hotel. Non podía velo. E ata que chegaba pola porta, non quedaba tranquila». Pero asume que su nieta boxee, «inda que só sexa por aprender defensa». «Me da miedo y respeto que le pase algo», dice Loli, la tía, y hermana pequeña de Ana Belén, «pero siempre la vamos a apoyar», concluye.

Esperó el momento

La madre de Ana trae al presente aquel empeño cerrado de Pantera Rodríguez porque su hija «como mujer necesitaba aprender a defenderse. Yo siempre le dije a Ana que tenía que hacerlo», pero «esperé a que ella me lo pidiera».

El momento llegó hace año y medio. La familia aprovechó la cercanía a su domicilio del Club Boxeo Arousa. «Fue un flechazo», cuenta la joven nieta. «Me encantó. Me flipó el compañerismo que hay. El deporte en sí me parece precioso. Me gustó todo, pero sobre todo, su filosofía», relata con la pasión acentuando cada palabra. ¿Y cuál es esa filosofía? «No rendirse nunca. Por complicado que sea el objetivo, ir poco a poco, tener paciencia; saber que no todo sale a la primera, y que hay que trabajar las cosas». El camino largo, el que siempre deja huella.

El que siguió su abuelo, un hombre con el que, repasa su primogénita, era imposible llegar a ningún sitio en hora, porque «lo paraba la gente por la calle». Un padre «protector», coincide con su hermana Loli, pero también «muy enrollado», capaz de ir con ella y sus amigos a disfrutar de Dona Dana fuera de su servicio en sus tiempos en la discoteca. Una persona «muy alegre e inquieta», y también muy desprendida. «Lo regalaba todo», hasta el punto de que, cuenta Ana Belén, lo suyo les costó reunir objetos de su carrera deportiva en una vitrina que reina el salón de su vivienda. Un pequeño espejo en el que la nueva Pantera de Arousa, la nieta de Felipe, puede aprender de la mayor fiera que gozó y lloró el boxeo gallego.

«Me gustaría verla en un ring, pero no que se gane la vida a hostias por el mundo»

Ana González todavía no se ha batido en un combate oficial, pero ya se ha ganado que la llamen Pantera. «Al empezar mi entrenador —Jonhy Hermida— me dijo que todos en el club tenían un mote, pero que había que ganárselo». Llevaría medio año cuando un día se dirigió a ella llamándole Pantera: «Me dio un subidón. Me puse súper orgullosa. No me lo podía creer. Es algo de lo que siempre me voy a acordar», recuerda la joven a la que se le acaba cortando la voz de la emoción.

Ella confiesa que apenas ha visto algún vídeo de su abuelo en acción, «pero que era bueno es evidente. Todo el mundo lo conoce, pero yo no me veo condicionada por ello», comenta, aunque por lo que habla no le importaría parecerse a él, incluso más en su forma de ser —«me cuentan que era una persona muy luchadora y muy humilde, amigo de sus amigos, y muy cariñoso»—, que por sus títulos: «No tengo ni idea de cuando empezaré a competir. Me gustaría hacerlo, y llegar lo más lejos que pueda. Sé que me queda mucho por aprender. Supongo que cuando esté preparada, mi entrenador me lo dirá».

«Unha pegada moi forte»

Le preguntamos a Jonhy Hermida, y en línea con la filosofía de la que nos habla Ana, explica que «o boxeo non é algo que se aprenda dun día para outro, require dunha técnica». Y si bien a la nieta de Pantera «vinlle maneiras desde o principio», a lo que añade «una moi boa técnica e unha pegada moi forte», el entrenador señala que «cos estudos non ten tempo para prepararse para competir», un paso que requeriría de «6 ou 7 meses de adestramento máis profundo» al que se somete la joven Pantera.

Abuela, tía y madre corroboran el apunte de Hermida. Las tres quieren ver a Ana en acción, pero la prioridad son sus estudios: «Me gustaría verla en un ring. Pero no me gustaría que fuera su profesión. Mi padre me dijo un día que no le gustaría que yo me ganase la vida a hostias por el mundo», y de nuevo Ana Belén se ve reflejada en su añorado entrenador.