¿Cómo lo llevan los que nunca están en casa?

VILAGARCÍA DE AROUSA

Casa Solla (Poio).  Afronta Pepe Solla el confinamiento en soledad y ha descubierto que se aguanta «bastante bien».
Casa Solla (Poio). Afronta Pepe Solla el confinamiento en soledad y ha descubierto que se aguanta «bastante bien». PACO RODRÍGUEZ

Si para el común de los mortales el confinamiento resulta duro de soportar, ¿cómo ha de ser para los profesionales que se pasan la vida en sus negocios, sin horario ni fines de semana? Tres de ellos nos cuentan cómo lo llevan

05 abr 2020 . Actualizado a las 14:15 h.

La línea entre hogar, espacio de socialización y lugar de trabajo se vuelve en muchos casos difusa cuando hablamos de hosteleros. Por vocación, pasión u obligación, muchos han hecho de sus negocios el eje de su vida. Es en sus bares y restaurantes donde pasan la mayor parte de ella. Y, ya se sabe, este tipo de negocios no entiende de horarios ni fines de semana. Es por ello que si para cualquier persona el confinamiento resulta extraño, para ellos supone algo excepcional. Es en lo único en lo que coinciden las tres personas a las que hemos recurrido para este reportaje: en que es la primera vez en sus vidas que pasan tantos días en casa. 

Farturas (carril). Celso Conde reconoce que está «farto de sofá» y que echa de menos el día a día del bar, en el que lleva desde 1986.
Farturas (carril). Celso Conde reconoce que está «farto de sofá» y que echa de menos el día a día del bar, en el que lleva desde 1986. MARTINA MISER

Celso Conde abrió el Farturas en Carril, a modo de taberna, en 1986. Hoy se ha convertido en una de las marisquerías más populares de la ría de Arousa. Sin por ello perder del todo su condición primigenia. El Farturas sigue siendo destino inevitable a la hora del chiquiteo. Es por ello que los habituales trascienden para Celso la condición de clientes. «Hai xente que leva anos e anos vindo ao meu local case a diario. Alí falamos, rimos, discutimos... Son máis que clientes e que amigos, son familia. E todo iso, de repente acabouse. Como non os vou botar de menos!».

EL QUE ECHA DE MENOS EL BAR

Dice Celso Conde que desde que empezó a trabajar nunca había estado 15 días en casa. «Estou máis que cheo de sofá», asegura tras confesar que se pasa viendo películas «da mañá á noite». Para para comer, para hacer un poco de bicicleta estática y para llevar de comer a los animales de su finca.

Reconoce el hostelero carrilexo que lo único bueno del confinamiento es que no ha probado gota de alcohol desde que bajó la persiana. «Vou saír gordo pero depurado».

OS ARCOS (vilagarcía). Su propietaria Patricia Fariña agradece haber recuperado su «vida de gato».
OS ARCOS (vilagarcía). Su propietaria Patricia Fariña agradece haber recuperado su «vida de gato». OSCAR VíFER

Patricia Fariña estudió diseño gráfico y a esa actividad dedicó sus primeros quehaceres profesionales. Una situación familiar sobrevenida la llevó hace siete años a hacerse cargo del negocio que regentaba su padre desde 1983, la popular bodega Os Arcos, en Vilagarcía.

LA QUE NO ECHA DE MENOS EL BAR

«Nunca entendín o bar como espazo de lecer, para min é só traballo. Por iso levo de vicio estes días», comenta. Los aprovecha para «facer cousas que o bar non me deixa facer». Un curso online de InDesign, leer, indagar en las revistas de tendencias y ver series y programas de Metrópolis. «Este mes recuperei un pouco de min, recuperei a miña vida de gato», bromea. Lamenta Patricia Fariña que la hostelería le haya robado no solo su tiempo sino también muchas de sus aficiones. «Ao ser filla de hosteleiro xa o viviches, xa vin o que lle pasou ao meu pai. Perdeuse moitas cousas». Hasta tal punto que lo que más duro le está resultado de esta cuarentena «é pensar que cando remate teño que volver a Os Arcos».

Asume Pepe Solla que aunque el confinamiento le ha pillado «solo en casa» se siente un privilegiado. Porque cuenta con espacio exterior y jardín. Y porque vive debajo de su restaurante, lo que le permite, de algún modo, seguir trabajando.

AL QUE LE PILLÓ EN SOLEDAD

Esta semana, por ejemplo, la ha dedicado a la renovación de la carta de La Radio, su nuevo local en Compostela. Nunca había estado dos semanas sin moverse de casa. Y advierte ya cierto desconcierto.«He empezado a perder la noción del tiempo. No sé en qué día vivo. Eso no me había pasado en mi vida». Reconoce que desde el primer día se impuso ciertas disciplinas: «Madrugo, desayuno con calma -¡qué lujo!-, hago hora y media de ejercicio y después trabajo». La tarde y la noche las dedica a conectarse y charlar con sus amigos y a su otra gran pasión, la música. Una de las grandes lecciones que ha aprendido es que es capaz de estar solo. «Es la primera vez que convivo conmigo mismo y veo que me aguanto bastante bien».