Vilagarcía tiene un enemigo público número uno especializado en tirones

a. garrido / r. estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

MONICA IRAGO

Un individuo ha robado a un par de ancianos por este sistema en los últimos días

02 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Maruja caminaba el pasado sábado por la avenida Rodrigo de Mendoza. Iba camino del mercado, como hace de manera habitual. El carrito de la compra en una mano y el bolso al hombro en el otro brazo con la cartera bien preparada para hacer las compras. Eran las nueve y media de la mañana y de repente se encontró de frente en la acera con un individuo que caminaba en dirección opuesta. Nada raro porque es una zona en la que ahora vive mucha gente y es normal que la gente se dirija o vuelva al centro.

La sorpresa, el susto, llegó cuando se cruzaron. El tipo le echó la mano al bolso y se lo arrebató sin ningún tipo de miramiento. El rifirrafe acabó con Maruja y sus ochenta años rodando por la acera y con el tipo escapando a toda pastilla.

Más allá de susto, y del disgusto, el incidente se saldó con una muñeca rota y con lesiones en las costillas para Maruja, y con la lógica preocupación de los vecino del barrio, porque el incidente del pasado sábado no sería el primero de ese estilo que tiene lugar en esa zona en los últimos días. Otra persona, un hombre en este caso, habría sido víctima también de un atraco simular apenas unos días antes según pudieron saber los familiares de Maruja.

Vilagarcía tiene, por lo tanto y desde hace unos días, un enemigo público número uno que se ha especializado en los tirones. Un enemigo público recién llegado a la ciudad, según le han indicado las fuerzas del orden a los familiares de la víctima, a quienes dijeron que este individuo no es uno de los ladronzuelos habituales, y que tomaría el relevo como principal elemento del que permanecer alejado del mítico Cadillo. Este hombre, que falleció hace un par de años, fue todo un quebradero de cabeza ya no solo para quienes debían vigilar sus andanzas sino para muchos vilagarcianos, que sufrieron en sus carnes, y en sus bienes, sus continuas andanzas. Las fuerzas del orden lo habían detenido en al menos medio centenar de ocasiones por robos en viviendas y establecimientos de hostelería tanto del centro de la ciudad como de zonas periféricas. Solo la parca lo paró.