El dolor desgarra a todo un pueblo

R.E. VALGA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

MONICA IRAGO

Tras el multitudinario funeral en el auditorio, las víctimas de José Luis Abet fueron enterraedas en el cementerio de Campaña

20 sep 2019 . Actualizado a las 23:07 h.

Dolor, mucho dolor, y rabia. Esos eran los sentimientos que la tarde de este miércoles llenaron el auditorio de Valga, donde a las seis y media se ofició el funeral por Sandra Boquete, por su hermana Alba, y por su madre María Elena. Las tres fueron asesinadas el lunes por la mañana por Jose Luis Abet, el ex-marido de la primera de ellas, quien empuñando un arma disparó hasta quince tiros para asegurarse de acabar con sus vidas. Fue un acto de violencia “irracional”, “injusta”, “perversa”, según los calificativos empleados por Julián Barrio, que ofició la misa fúnebre. Las palabras del arzobispo apenas llegaban a la multitud que llenaba el patio de butacas, el vestíbulo interior del edificio e incluso el exterior. La familia, que llevaba desde las diez de la mañana velando a sus muertas, pudieron oirlas perfectamente. El “no estáis solos” y también, el llamamiento al perdón. Y la petición para que no se dejasen llevar por el rencor y para que educasen a los dos hijos de Sandra, testigos de la brutalidad del crimen, lejos del odio.

Fernando Boquete, esposo y padre de las fallecidas, permaneció durante toda la ceremonia con la cabeza alta y la mirada fija. Las horas previas, sin embargo, apenas levantaba la mirada del suelo. A su lado, la pareja de su hija menor y sus familiares más próximos, se dejaban arrastrar en ocasiones por el dolor más descarnado. Un equipo de psicólogos permanecía cerca, pendientes para prestar ayuda si era necesario.

Alrededor de las siete y cuarto de la tarde, la densa tristeza que impregna Valga estos días se trasladó hasta el cementerio de Campaña, un camposanto pequeño en el que las tres mujeres descansarán juntas. Como vivieron. Como murieron.