Iria y Raquel, dos apasionadas de los animales, han abierto en Vilagarcía un autolavado de perros y peluquería canina
25 feb 2019 . Actualizado a las 14:04 h.Se conocieron estudiando un ciclo formativo que (aún no lo sabían) no les iba a proporcionar trabajo. Construyeron una amistad cimentada en sus intereses comunes, en sus gustos compartidos. Y con el paso de los años, Iria y Raquel se encuentran al frente de un negocio que han puesto en marcha entre las dos. Se trata de Cancodrilo, un autolavado canino, con servicio de peluquería incorporado, en el que las mascotas entran y salen meneando la cola con alegría. Y eso que la hora del baño no suele ser el momento favorito de los canes.
«Las dos somos unas apasionadas de los animales», cuentan las dos socias. En la casa que comparten viven con tres perros, dos gatos, ocho gallinas, un gallo y tres patos. Y, por si no tuviesen ya suficientes animales en su vida, dirigen un negocio en el que hacen cada día nuevos amigos de cuatro patas. Pero veamos cómo han llegado estas dos jóvenes, una de Lugo, la otra de Vigo -aunque vilagarciana de adopción-, hasta aquí.
Fue a Raquel a quien se le ocurrió la idea de poner en marcha un autolavado canino en Vilagarcía. «Cuando tienes un perro y sales a pasear con él oyes a la gente. Y, incluso quienes sienten el amor más grande por sus mascotas, reconocen que les molestan sus pelos, y que bañarlos es un trabajo porque luego se queda todo el baño perdido...», relata la joven. Todas esas quejas, a fuerza de oírlas una y otra vez, fueron modelando la idea de crear en Vilagarcía un local con cabinas de autolavado, donde «la gente pueda venir con su perro, lavarlo y olvidarse de limpiar, de las toallas mojadas...». En cuanto la idea cobró forma, Raquel invitó a Iria a subirse al barco, y ella no lo dudó. «Creo que no hay nada mejor para el ser humano que dedicarse a hacer algo que le satisfaga, que le emocione», dice. Y a ella, esa posibilidad se la sirvió su amiga en bandeja.
Juntas, hicieron un intenso trabajo de campo para intentar dar la forma ideal a su negocio. Visitaron establecimientos similares existentes en otras ciudades, buscaron el modelo de cabina más adecuado, calcularon los precios con los que debían salir al mercado... Y así nació Cancodrilo, con la vocación de ser un establecimiento que ofrezca lo mejor, al mejor precio.
Aquí todo tiene historia. Hasta el nombre, que emerge desde la memoria de la infancia de Raquel. Hasta los muebles, que ellas mismas montaron para ajustar al máximo la inversión. Hasta la decoración, pensada para hacer de este sitio un lugar «cuquiño». Un espacio cómodo en el que, pese al ir y venir perruno, huele a caramelo. Las cabinas de autolavado (la tarifa es de cinco euros por hasta media hora de uso) fueron el motor del proyecto. Pero alrededor de ellas el negocio fue creciendo desde antes, incluso, de abrir sus puertas. «Una cosa va pidiendo la otra». Como Raquel tenía conocimientos de peluquería canina, decidió ofrecer también ese servicio «porque hay mucha gente que o no tiene tiempo, o no tiene la habilidad necesaria» para atusar a sus mascotas. «Nosotros hacemos cortes sencillos, pero los hacemos con mucha calma, si el perro se estresa lo llevamos a dar un paseo... Y así el animal está contento y el dueño, tranquilo», cuentan. Por último, nuestras dos emprendedoras crearon un apartado de tienda en el que venden alimentos para perros, galletas y complementos variados.
Hace unos meses que han abierto las puertas y, al ver que el negocio marcha razonablemente bien, Raquel ha recuperado la alegría que creía haber perdido para siempre, hundida entre papeles y burocracia infinita. Ahora, con Cancodrilo en marcha, las dos flamantes responsables del negocio confían en verlo salir adelante, en hacerlo crecer. Desde luego, parecen estar en la ciudad indicada para ello, dado que son miles los perros censados en este municipio arousano. Raquel e Iria ya conocen a unos cuantos. Algunos son casi «de la casa».