El arousano en las guerras espartanas

Pablo Penedo Vázquez
pablo penedo VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

CEDIDA

Hugo Doval, del Triatlón Vilagarcía, regresó del Mundial de la Spartan Race, el gran circuito de carreras de obstáculos, con cinco medallas. Enganchado a la modalidad hace 3 años, corre monte arriba con pesados sacos de gravilla, cadenas o troncos entre las muchas diferentes dificultades dispuestas en los trazados de las pruebas. Una afición que el vilagarciano se costea como voluntario de la Spartan Race

12 nov 2018 . Actualizado a las 16:04 h.

Todavía le queda mili para lucir ese apelativo de veterano cargado de prestigio, pero su oficio en la materia ha quedado ya meritoriamente acreditado. Hugo Doval Barreiro (Vilagarcía, 1990) volvía el pasado lunes de Grecia engordando su hoja de condecoraciones en las modernas guerras espartanas; esta vez, elevadas a escala mundial. Envainadas las espadas, colgados los escudos, y posadas las lanzas, hoy ya no se trata de doblegar a un ejército enemigo. El enemigo del espartano del Siglo XXI es uno mismo.

En una batalla campal extendida monte arriba por largos kilómetros plagados de trampas, desde muros de más de dos metros, a ríos sin puente, o el avance con troncos, o con cadenas y sacos de gravilla de 35 kilos a cuestas, que llevan al límite la resistencia física y mental de los deportistas que participan en las Spartan Race. El mayor circuito de carreras de obstáculos del planeta, pudiendo elegir entre atacar más de 20 escollos repartidos entre 6 y 13 kilómetros, distancia esprint, a hacerlo en la súper, con al menos 25 obstáculos minando un recorrido entre 13 y 20 kilómetros, la beast, de hasta 50 kilómetros y a partir de 30 pruebas de resistencia, agilidad y fuerza; con la modalidad endurance llevando al límite la capacidad de los atletas con aventuras de más de 50 kilómetros y 60 obstáculos como mínimo en su avance.

 Hugo Doval, deportista del Triatlón Vilagarcía, recogía en la ciudad de Esparta cinco medallas en el Campeonato del Mundo de Spartan Race. Una por cada uno de los recorridos que completó, el esprint y súper (el sábado) y beast (el domingo), otra por haber hecho los tres el mismo fin de semana, lo que se conoce en la disciplina como trifecta, y una quinta al haber conseguido acabar cada distancia en tres pruebas diferentes a lo largo del mismo año, en su paso por las metas de Madrid, Mallorca, Andorra (ultra, más de 50 kilómetros) y Barcelona, en esta última cubriendo los tres recorridos como preparación para la cita de Grecia. Y es que en la Spartan Race no solo se reconoce la gloria a los ganadores, sino también a aquellos capaces de conquistar lo que está al alcance de unos pocos, como demuestran dos números.

Los 377 deportistas que siete días atrás lograron completar la prueba reina del Mundial, sobre 28 kilómetros, entre los más de 2.000 inscritos en Esparta; el arousano lo hizo en el puesto 122 de la general, 15º de su grupo de edad (25 a 29 años). Lesionado en un pie al cruzar un río en el kilómetro diez, acabó en 6 horas y 14 minutos -el campeón, el británico Jonathan Albon, lo hizo en 2.34-.

El de Grecia fue el primer Mundial de Doval, que este mes cierra su tercer año desde su desembarco en la Spartan Race con cerca ya de tres docenas de medallas. Todas, en reconocimiento a su capacidad para finalizar las correspondientes pruebas. «Yo aspiro a pasarlo bien y a divertirme. Voy a las carreras a terminar», no con la vista en la clasificación, subraya el deportista del Triatlón Vilagarcía.

Hugo era un asiduo del gimnasio desde los 16 años. Hasta que en el 2015 una hernia en la zona abdominal le obligó a pasar por quirófano. Fue entonces cuando «por las redes sociales descubrí la Spartan Race», recuerda. «Es un tipo de carrera que me atraía. Por los obstáculos. Porque ves que la gente lo pasa muy bien, y porque ves cosas diferentes al correr, no como en el asfalto». Y así, se decidió a probar, en la prueba de Valencia. «Fue genial, mejor de lo que esperaba», apunta, al toparse con que en la modalidad open «había competidores que te ayudaban a superar los obstáculos que no lograbas pasar -en la élite está prohibido-», en su caso un muro de dos metros de altura. Tanto es así, que en la Spartan Race, cuenta Hugo, es habitual «ver correr a gente en sillas de ruedas o con prótesis».

Con las carreras tan lejos -la más cercana es la de Madrid-, y una elevada cuota de inscripción -65 euros la distancia más corta-, Hugo se enroló en el voluntariado de la Spartan Race. A cambio de trabajar en el montaje de carpas y el vallado del trazado los tres días previos, recibe de la organización, una multinacional con origen en los EE.UU, la cobertura de sus gastos de desplazamiento, manutención y derecho de participación en pruebas que, de otro modo, difícilmente podría costearse -al Mundial se clasificó y pudo acudir solo a competir-. Una solución que enriquece su experiencia en la Spartan Race, que destaca por encima de cualquier otra de las muchas carreras de obstáculos que proliferan en España más que por su mayor tirón, con entre 5.000 y 8.000 participantes, por «su filosofía», remarca Doval: En las otras carreras ves más competencia. En las Spartan hay mejor ambiente, más compañerismo entre los participantes».

La Euráfrica y su vida en campamentos es su otra pasión

Hugo Doval también ha corrido sin obstáculos. En su currículo, cuatro mediamaratones, la primera entre Ribadeo y la Praia das Catedrais, poco antes de su debut en la Spartan Race, a las que siguieron las dos ultimas citas de Pontevedra y una Vig Bay en Vigo; además de su único maratón, en enero del 2016 en Canarias, que acabó, lesionado, en 5 horas.

Pero lo que más le ha gustado al vilagarciano, «más incluso que las Spartan», es la Euráfrica. «La carrera más bonita que he hecho», dice. El año pasado, subiendo el primer día al Peñón de Gibraltar, corriendo al siguiente 50 kilómetros en Algeciras, y dos días después, otros 40 a 27 grados en tierras marroquíes. Doval se enamoró de una carrera que le permitió «ver otro país, otra cultura», y sobre todo, resalta, «la experiencia de convivir con los otros corredores en campamentos, conocer mucha gente, hacer amigos; y llevar tu cuerpo tan al límite».