Alonso de la Torre: «Los vilagarcianos son muy críticos con su ciudad, gobierne quien gobierne»

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

MARTINA MISER

El Callejón del Viento regresará desde mañana a las páginas de la edición de Arousa de La Voz de Galicia

08 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Arrancó el Callejón del Viento en 1991 y desde ese refugio se convirtió José Ramón Alonso de la Torre (Cáceres, 1957) en el perfecto barómetro de la comarca de O Salnés. Desde mañana regresará cada domingo a las páginas de La Voz de Galicia para auscultarnos a muchos kilómetros de distancia.

-¿Por qué este viaje de vuelta al Callejón del Viento?

-Las cosas bonitas siempre suceden en los bares. Mi primer artículo en La Voz de Galicia (13 de julio de 1986) se publicó porque, al salir de tomar un café en el bar Mickey, justo frente a la primera delegación del periódico, Julio Fariñas, delegado de La Voz en Vilagarcía, me invitó a escribir. En esta ocasión, ha sucedido en el bar La Perla, también frente a la delegación de La Voz. Una charla, mucha nostalgia, las ganas de escribir en la ciudad donde soy feliz, otra propuesta y no hubo más que hablar.

-Parece claro que los lectores de La Voz echaban de menos esos paseos por el Callejón. ¿Alonso también los añoraba?

-Mire, yo llego a Vilagarcía y a O Salnés, bajo del coche, me sube la adrenalina y durante los días que permanezco aquí vivo instalado en un subidón. Pero me faltaba algo: contar lo que veía, lo que sentía, lo que me gustaba y me disgustaba. Es lo que hice cuando fui pregonero de las fiestas de San Roque 2016, pero en el balcón del ayuntamiento descubrí que con aquel pregón no me bastaba.

-¿Ha cambiado mucho el Callejón? ¿Y Vilagarcía?

-Cuando me fui, en la Redacción de La Voz bromeábamos sobre cómo se estaba convirtiendo Vilagarcía en una gran ciudad. Empezaban los cambios externos y han continuado hasta convertir la capital de la ría en uno de los lugares más agradables que conozco para vivir. Pero en lo esencial, los vilagarcianos han cambiado muy poco y siguen siendo muy reacios a los cambios, muy críticos con su ciudad gobierne quien gobierne, hasta el punto de minusvalorarla, para sorpresa de los forasteros, y muy nostálgicos: no conozco ninguna ciudad donde se editen tantos libros de fotografías antiguas.

-Aquellos textos eran «influencers» antes de que ese término existiera. Ahora se va a encontrar con una nueva generación de políticos y personajes públicos. ¿Cómo cree que se lo tomarán?

-Me he encontrado con varios políticos y personajes que me han echado en cara artículos de hace 25 años. No sé cómo se lo tomarán los políticos de hoy. Creo que están más acostumbrados a la crítica gracias a las redes sociales. De todas maneras, siempre he sido un poco inconsciente: escribo sin pensar en las consecuencias y, aunque parezca poco creíble, me aterra ser un influencer. Realmente, solo escribo porque me lo paso bien.

-Decía en el primer Callejón que escribió, que allí no se sabía quién iba a ganar las elecciones, pero sí quién las iba a perder. ¿Lo mantiene?

-Eran las elecciones de 1991. Hasta el último momento no se supo que Rodríguez Cuervo apoyaba al PSOE y daba de lado al PP. Esa incertidumbre es ahora normal, pero entonces era novedad. Dentro de ocho meses, viviremos una situación parecida, aunque sin aquellos protagonistas (Gago, Rivera, Cuervo) tan novelescos. Ahora son unos maravillosos personajes secundarios que se mueven en la sombra.

-¿Cómo se ve Vilagarcía desde 800 kilómetros de distancia?

-Se añora mucho. Aquí era fácil escribir y muy entretenido vivir, pasaban muchas cosas en la ría todos los días. Con Vilagarcía me sucede algo muy raro: cada vez que vengo, doy un paseo y me parece que no me he ido nunca, que sigo viviendo aquí.

-¿Por qué a los vilagarcianos nos cuesta tanto presumir de lo que tenemos?

-Por lo mismo que dentro de nuestra familia criticamos a nuestros hijos y les exigimos que sean perfectos. Pero como alguien de fuera venga a criticarlos, pobre de él. Yo siempre le estoy buscando peros, pero como algún amigo extremeño no reconozca que Vilagarcía es la ciudad ideal para vivir, pienso que es idiota y pierde mi estima.

-Y la última, para mojarse... ¿Dónde habría colocado usted el obelisco?

-En el Callejón del Viento.