El estanquero que repartía su tiempo con los demás

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

CEDIDA

Joaquín llevaba el deporte marcado a fuego en su vida, pero también la colaboración con las causas más diversas

10 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Harvey Keitel interpretaba en Smoke a un estanquero que se dedicaba a hacer un foto cada día de la fachada del edificio. A Quimé no le haría falta una cámara para retratar la historia de su avenida de A Mariña. Desde cuando le llevaba catorce pasos salir de su portal para zambullirse en el mar hasta ahora, cuando ya no se veía el mar desde su siempre cuidado escaparate. Allí llevaba las riendas del negocio que abrió su abuela Concepción Fernández en 1926 y allí vio la vida pasar hasta que se le quebró el corazón cuando estaba haciendo lo que más le gustaba: coger la piragua y pasar un fin de semana en algún río gallego con sus amigos de toda la vida.

Quimé era estanquero pero era muchas más cosas. Tantas hizo y tan buenas, que el tanatorio y la iglesia se quedaron pequeños para despedirlo. Vinculado siempre al deporte, el baloncesto era otra de sus pasiones. Quizás la principal. Tanto sobre la pista, donde disputaba el torneo del Liceo cada verano -el año pasado con el orgullo de compartir la camiseta naranja del mítico equipo del Musaraña con su hijo- como fuera, participando, por ejemplo, en la organización de un par de ediciones del torneo internacional de minibasket que creó la peña Sector Crítico a finales de la pasada década. Jugador, entrenador y aficionado. Crítico, porque, para qué negarlo, era también un poco rosmón. El fútbol, gracias a sus hijos, también estuvo en su agenda diaria, tanto en el Vilagarcía como ahora en el San Martín. Era también un apasionado de la bicicleta y presumía de haber coronado las míticas cimas del Tour de Francia.

Y era deportivista hasta la médula. Ahí no había duda. Tuvo la fortuna de ver en directo la semifinal de la Champions que su equipo del alma jugó en Oporto y era socio de la peña vilagarciana Perla de Arousa. Alguna visita a Riazor caía cada temporada.

Su otra cara

Pero Quimé tenía muchas más cosas menos visibles. Pocos sabrán, por ejemplo, que cuando se produjo la tragedia del Prestige él colaboró de manera activa en la recogida de ayuda, aparcando incluso su negocio para trasladarla en un camión a la zona cero. Y pocos sabrán también que fue uno de los impulsores de esa Noite Meiga que ahora triunfa y en la que él creyó siempre.

Y era, sobre todo, una persona excepcional. Ya lo dijo Harvey Keitel en una de sus frases en Smoke: «Tienes mañanas luminosas y mañanas sombrías». La del domingo, cuando la mala noticia comenzó a correr de móvil a móvil, fue una de las más sombrías para todos aquellos que lo conocían y lo apreciaban. Que eran muchos.