Así es la residencia religiosa deshabitada

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Los claretianos ponen en el mercado unas instalaciones colosales en pleno centro de la capital arousana

10 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Sobre el portal, una pequeña placa identifica el inmueble. Es el número 12 de la plaza de la Constitución, en pleno centro de Vilagarcía de Arousa. El edificio es inconfundible. Una virgen colosal, cuya corona se iluminaba en los buenos tiempos, remata una fachada en la que el contorno de una serie de vidrieras delata su carácter religioso. Es la residencia de los Misioneros Claretianos, deshabitada desde septiembre, momento en el que sus cuatro últimos inquilinos, ya muy mayores, fueron trasladados a otros centros de la orden en los que recibirán la atención que merecen. El edificio, enorme, está en el mercado, si así puede decirse. El ecónomo de la congregación, Ángel de la Parte, confirmó esta semana que su intención es obtener una cierta rentabilidad económica de la propiedad, a la par que un uso que garantice su conservación. Una fundación de alcance internacional, centrada en el campo de la sostenibilidad ambiental, ha puesto sus ojos en unas instalaciones que fueron levantadas ocho décadas atrás y constituyen una paradoja en sí mismas, en el sentido de que su principal baza, sus poderosas y versátiles dimensiones, constituyen también su primer obstáculo, puesto que, obviamente, mantener todo esto requiere un esfuerzo.

Las negociaciones con la fundación, explica el gestor de las propiedades de los claretianos, están avanzadas pero no son definitivas. Quiere decir esto que la orden está dispuesta a escuchar cuantas ofertas lleguen a sus manos. Preferiblemente bajo la fórmula del arrendamiento, aunque tampoco se cierran sus responsables a una posible venta. De los 250 miembros que conforman la provincia de Santiago, dentro de su congregación, cincuenta de ellos presentan necesidades asistenciales. Así que toda ayuda es bienvenida.

«No se me ocurre un mejor lugar para crear un buen albergue, un hostel que ponga a Vilagarcía en el mapa», indica una consumada viajera tras conocer lo que se halla tras la fachada. Catorce buenas habitaciones, multitud de dependencias, una cocina todavía equipada razonablemente, un comedor, una biblioteca, locutorios, la propia iglesia, que debe ser desacralizada para reorientarse hacia un uso laico, un garaje monumental y una huerta que impresiona. La vegetación crece, claro está, pero los frutales han dejado atrás la primavera en un excelente estado de forma. Basta con probar un par de claudias rojas como un atardecer de verano en Carril. El tráfico que rodea este enclave se reduce a un soniquete de fondo mientras el protagonismo es para el trino de los pájaros, que aquí se ponen las botas desde que falta una mano que cuide el jardín. Que nadie se equivoque. Deshabitado no significa abandonado. Las alarmas y el suministro eléctrico están perfectamente operativos. Quien reúna los fondos suficientes tiene todo esto a su disposición.