O Bicho burla las cadenas y duerme de nuevo en su refugio del centro

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

MARTINA MISER

La clausura del portal de Ramón y Cajal desata un fenomenal lío, al impedir que sus antiguos inquilinos se lleven sus pertenencias

25 may 2018 . Actualizado a las 10:42 h.

Una especie de culebrón con tintes surrealistas se está desarrollando en la calle Ramón y Cajal, a un paso de los jardines de Ravella, ante la sorprendida mirada de sus vecinos, que cada día asisten a una nueva ocurrencia. El epicentro del fenómeno se sitúa en el portal que Iván César Dieste, el hombre sobre el que penden una veintena de acusaciones entre las que se cuentan robos, asaltos, tenencia ilícita de armas y violencia contra la mujer, ha adoptado como refugio. O Bicho, el mote por el que se le conoce, ocupa ya un lugar propio en el imaginario contemporáneo de los vilagarcianos. La vivienda en la que se introdujo, echando la puerta abajo, lleva camino de contagiarse de su misma celebridad. La semana arrancó con la decisión de los propietarios del edificio de cerrar su acceso con tres robustas cadenas. Ayer quedaron claras dos cosas. La primera, que Dieste es capaz de burlar el encadenado para seguir pernoctando allí. La segunda, que tapiar a las bravas un inmueble puede no ser una buena idea.

Realmente la jornada dio bastante de sí. Los dueños del edificio trataron de remediar la descuidada forma en la que el domingo clausuraron el portal, dejando lunetas rotas con las que cualquier chaval podría haberse cortado. Así que el miércoles por la tarde colocaron una plancha de madera sobre una de las hojas de la puerta, para concluir el trabajo ayer por la mañana, con un segundo tablón. Ambos, convenientemente agujereados para dejar pasar las cadenas.

Sucede que O Bicho debió de aprovechar el interludio entre la colocación de la primera y la segunda pieza de madera para colarse de madrugada por uno de los huecos que las lunas rotas dejaron en la hoja todavía sin cegar. Su sorpresa tuvo que ser importante cuando, al despertar y tratar de abandonar el edificio, comprobó que el agujero por el que había entrado estaba cerrado a cal y canto. Ningún problema. A eso de la una de la tarde fue visto descolgándose por la fachada del inmueble hasta la calle.

Y en esto llegó el problema

Si todo se hubiese quedado en eso, no habría pasado de una mera anécdota con la que trufar la trayectoria de quien durante cuatro meses fue el delincuente más buscado de Vilagarcía. Sin embargo, lo más ruidoso estaba por llegar. Horas después de la marcha de O Bicho hicieron acto de presencia varios de los antiguos inquilinos del portal. Aunque hace tiempo que no habitan los apartamentos, buena parte de sus pertenencias continuaban en su interior. Se disponían a llevárselas en una mudanza tardía, pero se toparon con el portal clausurado a cal y canto. «Tenemos contrato en vigor y nos hacen esto sin avisar; lo único que queremos es coger nuestras cosas para irnos a otro piso», aseguraba una mujer que, junto a sus compañeros, se quejaba de las condiciones de habitabilidad en las que transcurrieron sus últimos meses en Ramón y Cajal. La opinión del propietario del inmueble es muy distinta. «Lo que tendrían que hacer es pagar todo lo que deben». «Esto -zanjó el hombre- está en el juzgado».

El caso es que a media tarde las cadenas se habían esfumado y las dos familias cuyos muebles se habían visto atrapados se afanaban en el traslado de los enseres. Fue entonces cuando la Policía Local se personó en el portal para comprobar a qué obedecía tanto bullicio en un lugar que, teóricamente, debía permanecer vacío. Los agentes accedieron al edificio, acompañados por el grupo de viejos inquilinos, y escucharon su versión del asunto.

Abierto de nuevo

Desde luego, el volumen de aperos que las dos familias bajaban a la calle era importante. Colchones, asientos, mesas, somieres, todo lo que constituye el ajuar de una vivienda fue desfilando por Ramón y Cajal mientras la policía tomaba nota de una mudanza que se prolongó hasta última hora de la tarde. ¿Y el portal? Pues, hasta donde se sabe y puede comprobarse, abierto de nuevo y sin noticias del estrepitoso encadenamiento. Algo que presagia nuevas emociones.