El músico callejero que quiere perder su apellido

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

EMILIO MOLDES

«Esto es la calle señores, esto es mi vida, pura realidad sin trampa ni cartón», se le escucha cantar

27 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Benito Corbal, la calle donde está el termómetro del trajín de la ciudad de Pontevedra, amanecía todos estos últimos días un tanto sombría, con la lluvia invitándose sola a la fiesta cada mañana. Una de esas jornadas, de repente, mientras el cielo decidía si seguía escupiendo agua o daba una tregua y dejaba salir el sol, se escuchaba cantar: «Esto es la calles señores, esto es mi vida, pura realidad, sin trampa ni cartón, esto es la dicha...». ¿La dicha, qué dicha? Quizás pensasen algunos. Pero a otros, sin embargo, esas palabras les hacían salir del letargo mañanero, pararse a escuchar o, como mínimo, sonreír. ¿Quién era el que así cantaba? Era Juan Campoamor, el Bardo, un músico callejero llegado de Cuba que lo mismo toca en Pontevedra que en el último pueblo de Extremadura, porque lo suyo es recorrer España cantando. Hace unos días le tocó alegrar Vilagarcía con su voz. Y aprovechó para desnudar el personaje que representa y dar a conocer el hombre que lo encarna.

Juan es un cubano de libro, con una capacidad de oratoria descomunal y el ritmo metido en el cuerpo. Antes de comenzar la entrevista, adelanta: «Di, por favor, que yo soy un músico callejero, pero que quiero perder mi apellido de callejero, que también quiero tocar en otros sitios. Pero tocar y que me paguen, porque la calle paga, pero a veces los sitios no quieren hacerlo. Y los músicos comen, niña». Luego, comienza por el principio. Nació y se crio en la Habana. Y asegura que recibió una buena educación. De hecho, cuenta que se licenció como ingeniero superior y que llegó a trabajar de lo suyo algún tiempo. «Pero aquello es Cuba y allí el dinero y el porvenir está en el turismo», cuenta. Así que pronto se empleó como animador en un complejo turístico. Fue el amor el que lo hizo viajar hasta Madrid en el 2008 para no volver ya a vivir en la isla.

Los inicios con la música

Los primeros años se empleó en variopintos oficios, desde una fábrica de fundición a otra de gas refrigerante. Un día, decidió que quería ponerle salsa a la vida. A la suya y a la de los demás. Y junto con un hermano y otros músicos empezó a meterse en el mundo del espectáculo. Entonces, no tocaba ningún instrumento ni cantaba ni bailaba. Así que se encargó de hacer de mánager y empezó tímidamente a bregarse con la percusión. «Tocamos en muchísimas salas con el trío Campoamor», indica. Un día, recaló en Vigo. Se le pregunta si fue por gusto, por casualidad, y él resume la cosa: «Uno siempre se mueve por necesidad, es la necesidad la que le empuja a tomar decisiones y a hacer cosas». En medio de todos esos cambios le cayeron encima los 40 años. Y la necesidad de plantearse qué quería hacer realmente con su vida. Decidió que lo suyo era cantar y tocar. Y se puso a estudiar solfeo y a aprender a tocar la guitarra. «Era lo que me salía de dentro», recuerda. El amor que le trajo de Cuba se había terminado. Pero en su vida había aparecido Maite, dispuesta a subirse a su tren artístico y acompañarle en su sueño de ser músico.

Hace ya diez años que, en amor y compañía, recorren España. Lo hacen a bordo de una Vito, una furgoneta que convierten en dormitorio en cuanto cae la noche. Juan mantiene horario de oficina a pie de micrófono: da diariamente un concierto de mañana y otro de tarde. Y Maite le observa de cerca. Ella se encarga de las redes sociales y de los itinerarios, de tener la logística a punto. Cuenta él que la primera vez que tocó en la calle consiguió solo siete euros. «Llegué con los siete euros y le dije a Maite: ‘Mamita, esto es todo lo que he podido conseguir’... y ella me dijo: ‘¿Y qué tienen de malo esos siete euros, si con ellos podemos comprar comida para hoy?’». Esa frase, en realidad, resume un poco la filosofía de vida de ambos.

Juan estuvo hace unos días en Pontevedra para luego tomar rumbo hacia otros lugares. Volverá la semana que viene. Dice que la ciudad del Lérez es una ciudad amiga. Así que en nada se podrá escuchar de nuevo su música. Se oirán tanto sus letras propias como las versiones, de las que dice que no puede apearse si quiere ganarse el pan. Lo mismo canta Mecano que Antonio Vega o Silvio. Todo lo adereza con discursos cargados de verdades. Algunas incluso dolorosas. No le importa remover conciencias hablando sobre lo poco que nos acordamos de quienes huyen despavoridos de las guerras.

la anécdota

Además de músico, llegado el mes de diciembre Juan Campoamor tiene que atender una misión especial. Le contratan Sus Majestades de Oriente para que les ayude a estar presente en todas las cabalgatas. Es el Baltasar de Teo.