Un camino en el que los peatones no caben (y los coches tampoco)

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

MONICA IRAGO

Los vecinos siguen a la espera del convenio que permitirá retirar uno de los muros que estrangula el paso hacia este lugar

23 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

A los vecinos de A Torre se les está enfriando el entusiasmo con el que, en el mes de abril, recibían la noticia de que el Concello iba a retranquear el muro que estrecha el acceso al barrio a la altura del pazo de A Golpelleira. El alcalde, Alberto Varela, reconocía ayer que el preacuerdo alcanzado con los propietarios se había complicado un poco, pero aseguraba que más pronto que tarde se firmará por fin el convenio y se podrá acometer una obra de mejora de la seguridad vial que él mismo reconocía, hace ya siete meses, como una deuda histórica con los vecinos de esta parte de la ciudad.

Esa actuación resolvería uno de los problemas, que no todos, a los que han de hacer frente quienes quieran acceder a A Torre desde el centro de Vilagarcía. Y no hablamos solo de los vecinos, sino también de todos los padres que, en paciente peregrinación, escalan por esa parte de la ciudad para llevar a sus hijos a las actividades que se desarrollan bien en los pabellones que existen por la zona, bien en el campo de fútbol de Berdón. Quienes lo hacen deben transitar por el camino de las estrecheces continuas.

Arranca este nada más pasar la estación de autobuses, donde la calle se encuentra, de repente, rodeada por dos imponentes taludes de la vía del tren. Enormes, ciclópeos, monolíticos. El trayecto, en coche, puede resultar incómodo. Pero hacer ese tramo a pie, sin una triste acera en la que refugiarse de los vehículos, se antoja una misión para héroes vestidos de señoras que empujan el carrito de la compra. En medio de tan incómodo paso sorprende encontrarse, encastrado en la piedra de su entorno, un edificio que parece haber sido tallado en la roca.

Seguimos el camino. Cruzamos bajo el puente de la vía del tren y, durante unos metros, caminamos por acera. Pronto se acaba ese atisbo se seguridad viaria: tan pronto llegamos a la altura del pazo de A Golpelleira, el peatón debe bajar de nuevo al asfalto. Y debe hacerlo, además, en una zona de visibilidad muy reducida y en la que los coches que se cruzan deben hacer malabares. Es aquí donde Ravella tiene previsto abordar una muy necesaria ampliación de la calzada. Esta, en todo caso, no acabaría de resolver el problema, ya que la fisonomía arquitectónica de San Miguel vuelve a lanzarse sobre la carretera, comiéndose, parece, toda posibilidad de ampliación. Y es curioso, porque justo en este rincón, junto a una curva infame, se han instalado varios contenedores de basura en un repecho abierto en el muro. Sí, hasta sacar el polvo es una acción de riesgo en A Torre.

Salimos desde la plazoleta hacia Berdón, y vemos que la situación no mejora demasiado. Las casas apenas dejan espacio para circular dos vehículos a la vez, y las líneas amarillas pintadas para que nadie aparque en tan constreñidas vías no siempre son atendidas. Si su destino es Berdón, buena suerte. Encontrar aparcamiento en las inmediaciones del campo de fútbol, donde suelen entrenar varios equipos a la vez, es todo un reto. Aunque para eso, también tiene el Concello una solución prevista. Ojalá no tarde en hacerse realidad.