El guardia civil que hace del boxeo un deporte amable

marina santaló VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

MONICA IRAGO

Ni la lesión derivada de un grave accidente en paracaídas apartó a Johnny de una afición que ahora inculca a sus pupilos

10 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay una imagen que el fundador del Club de Boxeo Arousa, Johnny Hermida, quiere eliminar de la retina de los vecinos de Vilagarcía. Y de cualquiera persona, donde quiera que viva, que piense en el deporte de combate que lleva tantos años practicando. Esa imagen es la imagen. La única que se puede tener si uno no se ha adentrado en un entrenamiento en el que ponerse los guantes es solo una parte de la rutina deportiva. «Estamos acostumbrados a imágenes de televisión llenas de sangre, pero lo que aquí hacemos no tiene nada que ver con eso», señala Johnny. Hace una distinción desde el momento en el que empieza la charla: «el boxeo amateur, el que nosotros practicamos, es distinto al profesional». No habla únicamente del número de asaltos, que varía de tres a doce según la modalidad de la que se hable; sino de algo que considera mucho más importante: la agresividad. «Hay golpes, pero el boxeo amateur es más deportivo. No hay lesiones», señala. O, al menos, más lesiones que las que pueda haber en otras modalidades deportivas. «El seguro es más barato que en el fútbol». Lo deja ahí. Para que cada uno interprete.

Como buen amante de lo que hace, se deja la voz en la defensa del boxeo. De su prestigio. «Se menospreció mucho porque se vinculó con fenómenos como el declive profesional de Poli Díaz, asociándose con unos ambientes que le desprestigian», señala. Habla también de su dureza. El ring son solo uno minutos de todo lo que viene antes: «la preparación es dura», señala. Hay aquí un matiz importante. Si hablamos de su club, hay dos entrenamientos distintos: el de aquellos que compiten (en amateur, por si aún hay dudas) y aquellos que lo hacen, como tantas otras cosas en la vida, por disfrute. La intensidad no es la misma. Ni el número de días que se entrena. Pero, en ambos casos, la pelea empieza por uno mismo. «No solo se pelea con un rival, es necesario superarse y ganar en resistencia personal». Y, ya fuera del pabellón, ni tocarse. Lo deja claro. «Cualquier miembro del club que se pelee por la calle está despedido», asegura.

Sus comienzos

Para entender todo el entusiasmo con el que habla Johnny hay que cruzar el charco. Sus padres se mudaron a Venezuela a probar suerte y, por aquellos lares, comenzó él a practicar kárate. Tenía solo ocho años. De ahí dio el salto a España y al full contact y al aikido. Todo al mismo tiempo. Entrenó, y entrenó, hasta que entró, con diecisiete años, en la brigada de paracaidistas del Ejército. Fue entonces cuando se sumergió en el mundo del boxeo y empezó a competir. Lleva entre treinta y cuarenta peleas a sus espaldas, nunca llevó la cuenta exacta, pero sí recuerda la última. Fue en 1999, en los Juegos del Mediterráneo. Quedó segundo. «Perdí contra un francés», explica.

El recuerdo de aquella pelea todavía es amargo. No por no ser el primero, sino por no volver a tener la oportunidad de serlo. «En un salto en paracaídas sufrí un accidente grave y me rompí las rodillas. Con el tiempo han ido a peor y me dijeron que tenía que dejar de pelear», cuenta. Más de veinte años y siete operaciones después, fue esta caída el motivo por el que solicitó la baja de la Guardia Civil, el cuerpo al que dedicó media vida. Siempre con el boxeo presente. Fuera del ring, entrenando a otros. Supo seguir vinculado a lo que más le gusta. O Barco de Valdeorras, Navarra y ahora, y desde hace diez años, Vilagarcía son los lugares donde contagió su entusiasmo. Entre cincuenta y sesenta personas, depende del mes, entrenan con él. Primero fue el club. Después el local. Y, con la suma de ambos, empezó la difusión de la cara más amable del boxeo.