Robots que enseñan a trabajar en equipo

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

MONICA IRAGO

Estudiantes de segundo de ESO han ganado el premio al robot más original en un certamen de la UVigo

06 may 2017 . Actualizado a las 09:41 h.

¿Qué tienen en común un oso panda, un conejo y un ratón? Pues que esos animales fueron elegidos por los alumnos de segundo de la ESO del instituto Castro Alobre (Vilagarcía) para customizar los robots con los que participaron en un concurso organizado por la Universidad de Vigo. Estos animales, de piel de goma eva y estructura robótica, participaron el pasado viernes en dos duras pruebas en las cuales tuvieron que tumbar unas latas de refresco vacías, primero, y seguir un camino prefijado sin salirse de la raya marcada en el suelo, después. Solo el conejo presentado por el equipo Halcones 3.0 consiguió colarse en la final. Eso sí, el oso panda diseñado por The Bugs logró hacerse con el premio al robot más creativo.

Aunque los premios, en este caso, son lo de menos. Al menos, así lo cuenta Susana Oubiña, la profesora de Programación. Ella ha sido la responsable de embarcar a doce alumnos de segundo de la ESO, y a otros doce de Bachillerato, en una aventura que tardarán en olvidar. Porque en esa singladura han aprendido muchas cosas. Lo resume en una sola frase Diego, uno de los miembros del equipo Los Jerry, así llamado en homenaje al veloz ratón que huía de las garras del gato Tom. «Hemos aprendido compañerismo», dice. Y un murmullo sigue a su afirmación. «Tienes que llevarte bien con tus compañeros, hablar con ellos, para que el programa esté bien hecho. Si cada uno hace lo que le da la gana, al final es un caos», razonan los chavales, tomándole la delantera a muchos adultos.

Susana, la profesora, los deja hablar. Es su momento, su victoria. A ellos les toca ser protagonistas, dice. Luego, en un aparte, reconoce que la robótica tiene muchas cosas buenas. Y no solo por los conocimientos tecnológicos que puedan adquirir los alumnos. «Es una herramienta para motivarlos y enseñarles ciencias, lengua o inglés, de una forma diferente». Además, claro está, de todos esos valores de trabajo en equipo, coordinación y responsabilidad de los que hablan los estudiantes.

Porque los chavales que tenemos delante han sido «muy cumplidores», y han sacrificado muchas tardes para conseguir diseñar los mejores programas para sus robots. «Bueno, es que estos chicos fueron elegidos. La robótica es algo fantástico, pero es muy cara. Cada uno de los robots con los que trabajaron estos equipos cuesta unos cien euros; por la Universidad de Vigo los conseguimos por 55, y los pagó el instituto», explicaba Susana Oubiña. Así que, como no podían participar todos los estudiantes en el concurso, hizo un sorteo para elegir a los que iban a participar en el certamen. Les pidió seriedad y compromiso, «y se portaron, vaya si se portaron». Horas extra por la tarde y mucho darle a la cabeza para afinar los programas para sus robots.

«La verdad es que han hecho un gran trabajo», cuenta Susana. Ella se limitó a guiarlos. «Cuando algo no funcionaba me decían, ¿por qué no sale? Yo les decía: piensa. Y pensaron, vaya si pensaron». Siguen haciéndolo, porque el concurso ha acabado, pero ellos siguen queriendo mejorar sus criaturas robóticas. Y eso que ninguno tiene previsto explorar profesionalmente ese campo. «Yo, más bien, todo lo contrario», dice Wenceslao, Uve para sus compañeros. ¿Y qué es lo contrario de robótica? «Biología», contesta con la seguridad de un chaval que no ha llegado a los quince años.

Pero es que estos rapaces tienen muchas cosas claras. En la prueba, celebrada en la Escola da Inxenería Industrial de Vigo, se organizaron a la perfección, sin ayuda. Se repartieron las tareas, como ya habían hecho en la preparación del concurso, y demostraron un gran temple. «Cuando solo uno de los tres grupos pasó a la final se reagruparon y pasaron a representar todos al colegio. Intercambiaron programas y trabajaron como si fueran un único equipo», cuenta la profesora.

A todos, volverse sin más premio que el de creatividad les supo a poco. Y eso que su aventura tendrá repercusiones, y de las buenas, en el instituto. Porque los robots con los que trabajaron se quedarán en el centro. Sumados a los otros tres del equipo de primero de Bachillerato, son seis piezas que permitirán, a los futuros estudiantes de programación y robótica, seguir avanzando.