Basura y violencia en los bosques

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

MONICA IRAGO

Los comuneros apelan a la policía ante la actitud cada vez más agresiva de quienes hacen del monte un estercolero

31 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Merece la pena detenerse en el relato que ayer hacía Xurxo Abuín, presidente de la mancomunidad de montes vecinales en mano común de Vilagarcía. «Un día sorprendín a un tipo vertendo escombro. El fuxiu co seu vehículo, pero eu seguino no meu coche. Empezou unha persecución que nos levou ata a zona de Santa Mariña. Nunha desas meteuse nunha rúa cega, así que bloqueei a saída co meu coche. Quíxome pegar e avisei á policía, que me recomendou que anotase a súa matrícula. Pasou o tempo e non sucedeu nada con aquela denuncia. Logo souben que o tipo residía na Estrada; seguro que veu facer algunha pequena obra e botou o escombro no monte».

Valga este testimonio como advertencia sobre el nivel creciente de agresividad del que hacen gala quienes se deshacen de sus residuos en los bosques que rodean la capital arousana. Historias parecidas pueden escucharse en boca de los comuneros de Cea, Trabanca-Sardiñeira (en su caso con referencias a un hacha y a la práctica de quemar en plena foresta cables para extraer sus hilos de cobre) o Sobrán, por citar algunos ejemplos.

La junta rectora de la mancomunidad se ha tomado su tiempo y su trabajo para peinar los montes del municipio en busca de puntos de vertido. Su informe contabiliza 26 focos diferentes. Doce de ellos se encuentran en Cea, siete en Rubiáns, tres entre Guillán y Trabanca-Badiña, otros tres en Sobrán y dos en Trabanca-Sardiñeira. Algunos, reconocen, se han limpiado. Es el caso del vomitivo depósito de Berdón o el del campo de fútbol abandonado de Trabanca. Lo más habitual, sin embargo, es que la basura se reproduzca en ellos como por arte de ensalmo.

Uralita en la captación de agua

«Un colchón provoca un dano ambiental, pero hai unha canteira en Rubiáns na que botaron ata trinta latas de aceite; un veciño fixo o mesmo con uralita e latas de pintura, xusto enriba da captación de auga de Zamar; dous anos e medio despois obrigáronlle a retirar o material, pero a contaminación non desaparece», indican los miembros de la entidad mancomunada, que si bien agradecen la labor que están desarrollando las fuerzas de seguridad del Estado y la Policía Local, también piden «un esforzo máis no que atingue ás sancións de feitos que atentan contra o medio natural». Paradójicamente, no es extraño que las propias comunidades acaben siendo las multadas en este tipo de procesos. Un punto es imprescindible: los comuneros reclaman que el infractor sea obligado a limpiar el monte ensuciado, retirando la basura que haya vertido en él.

Como primera medida, la mancomunidad pondrá su informe en manos de la Consellería de Medio Ambiente, solicitándole que proceda a la erradicación de la treintena de puntos de vertido.

La labor del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona), subrayan los representantes de las comunidades, es meritoria. Pero en demasiadas ocasiones los agentes asignados a esta división no se encuentran en el cuartel, y las denuncias no van a ninguna parte. Mientras, vertederos como el que se ha ido conformando detrás del Hospital do Salnés reaparecen semanas después de su limpieza. «Hai quince días apareceron mobles vellos; nun caixón atopei mesmo unha notificación da Axencia Tributaria co nome e apelidos dunha persoa: polo visto nin sequera algo así serve como proba», lamenta Abuín. «Son -concluye- verdadeiros atentados ambientais».