«Mi sueño es que España hable de mí»

Pablo Penedo Vázquez
pablo penedo VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

mónica irago

Campeón del Mundo WUFC, Jónathan Casariego trabaja para ser una estrella en las artes marciales mixtas

08 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Quería ser boxeador o militar», pero desde los 18 años vive fundamentalmente de ejercer de «portero de discotecas», o como figura en su carné profesional, de «controlador de accesos». Un trabajo que más de uno de sus «amigos que hacen boxeo» han saldado, apunta, con alguna denuncia judicial derivada del uso de su preparación deportiva en sus ocupaciones en el mundo del ocio nocturno. Jónathan Casariego Orbich (Vilagarcía de Arousa, 20 de febrero de 1991) no corre ese peligro. No desde que una inoportuna lesión lo apartase del que iba a ser su primer campeonato gallego en un cuadrilátero, poniendo en su camino el jiu-jitsu brasileño. Un arte marcial que combina combate y sistema de defensa personal con pelea cuerpo a cuerpo y en el suelo, y que ha llevado a la vida del joven arousano el equilibrio, la paz interior, y también la base con la que alcanzar el que dice es su sueño: «Que España hable de mí».

La España a la que apunta Jónathan es la de esas decenas de miles de apasionados por los deportes de contacto. Y en su empeño por conseguir su atención el vilagarciano daba el pasado sábado un primer gran paso. Proclamarse campeón del Mundo en menos de 93 kilogramos de MMA -artes marciales mixtas- de la World Ultimate Full Contact, una de las asociaciones internacionales que vertebran y encauzan las competiciones de contacto. Derrotando en la final a un competidor ruso de 104 kilos, que para cumplir con la distribución par de cada peso fue colocado por la organización en la categoría inferior del cuadro de la cita lusa de Lamego.

«De pequeño veía películas de artes marciales y de boxeo. Siempre me gustaron. Sobre todo las de Van Damme y las de Rocky». Y sin embargo, recuerda Jónathan Casariego, no fue hasta los 17 años que se decidió a probar. Y no por gusto, sino como solución a un problema. «Un amigo y yo nos apuntamos a un gimnasio. Yo era muy gordo. Entré porque era muy vergonzoso e inseguro, y en cuanto se metían conmigo, saltaba. Era puñetazo, y venga...». Hasta que las puertas del gimnasio le abrieron ante sí una nueva manera de vivir.

«Desde que conocí el deporte de contacto ¡bufff...! me cambió la vida. Me dio seguridad», resume el deportista vilagarciano. Y muy pronto. «No hacía ni un mes de que había empezado a entrenarme y un día que el profesor se había marchado nos quedamos a los que nos gustaba más la caña. Empecé a pelear con el mejor del gimnasio, y de un golpe lo dejé k.o.».

Y sin embargo, Casariego no estaba predestinado a hacer carrera en el boxeo y el kick-boxing. Al menos no solo a ello. «Iba a ir a un campeonato gallego, pero me fisuré una tibia. Cogí un poco de miedo. Por el dolor. Y empecé a practicar jiu-jitsu brasileño. Y eso sí que me cambió la vida», dice el campeón del mundo de MMA. «Por el jiu-jitsu brasileño soy la persona que soy hoy. Como un lago; tranquilo. Con el boxeo ya tenía más seguridad. Pero el jiu-jitsu te da una paz interior, una seguridad que no te da ningún otro deporte», sostiene Jónathan. En su caso, entre las razones capitales, por aunar en una misma disciplina la habilidad de «no tener que dar golpes ni hacer daño para reducir a un oponente» por la vía de la sumisión o inmovilización, y sobre el mismo principio, porque el jiu-jitsu brasileño «está hecho para darle una oportunidad al más pequeño frente al grande. El jiu-jitsu salva vidas». Por todo ello, «me enamoré de este deporte».

La navegación por internet lo llevó a descubrir las artes marciales mixtas, MMA, la adaptación federativa y reglada de un Vale Tudo brasileño que traslada su denominación al uso de las articulaciones de quienes lo practican. Y así Jónathan Casariego retomó el boxeo y el kick-boxing, y añadió al jiu-jitsu el mai tai.

En octubre del 2014 disputó su primera pelea profesional, en el campeonato TNT de Oviedo en K1 -kick-boxing con uso de rodilla, explica el vilagarciano- y me enfrenté a Alberto Tapia, tres veces campeón de España. Me dio para el pelo, no le duré ni un asalto». Y, filosofía de vida, «eso me motivó más. Creí que era bueno, y comprendí que tenía mucho que aprender».

El tatami sin salir de casa

Subcampeón de Galicia, Castilla-León y Cantabria de grappling y MMA en menos de 84 kilos en el 2014, campeón autonómico de jiu-jitsu en el 2015 -había sido bronce en el 2013-, Casariego empezó a impartir clases de mai tai en un gimnasio, y aparcó la competición durante un año. Hasta que en abril se compró un tatami para casa «en los chinos» y empezó a entrenarse con amigos y familia, como su hermana menor Jackelín, practicante de artes marciales desde hace 3 años. Y aún falto de preparación, por una lesión de tobillo tres semanas antes, venció a su rival ruso en el Mundial por finalización -sometimiento- al final del primer asalto.

Durante la conversación Jónathan reitera que «mi sueño es que hablen de mí, hacer ruido en las artes marciales en España». Para ello se ha puesto en manos del brasileño Giuliano Pereira, campeón como él en el Mundial de MMA de la WUFC. Y para conseguirlo lanza un admonitorio «a los ayuntamientos, pedirles que apoyen más los deportes de contacto y no tanto fútbol». Si ayuda a más gente a alcanzar la paz interior de la que habla Casariego pinta excelente inversión.