Leo Bassi desea «larga vida a las cosas inútiles» como pregonero

La Voz VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

mónica irago

17 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

No hay vida sin agua, ni agua sin pregonero. Al menos, en Vilagarcía. Mangueras y calderos se mantuvieron inmóviles hasta que la grúa se alzó en la calle de San Roque para que Leo Bassi pudiera pronunciar el pregón desde las alturas. Recién aterrizado, el actor y cómico italiano volvió a elevarse ante vilagarcianos y visitantes para inaugurar el día grande de la ciudad. «Larga vida a las cosas inútiles. He sido un payaso toda mi vida y no hay nada que me guste más que hacer cosas inservibles como tirarse agua unos a otros», comenzó. Si es por la muchedumbre que le acompañó mientras hablaba, la supervivencia de la fiesta está asegurada. Declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, una masa ingente de gente lleva ya más de treinta años gritando «aquí no llega». Haga calor, siendo menos inútil, o llueva. Lo importante, al fin y al cabo, es pasárselo bien.

Para inútil, continúo Leo Bassi, el enorme pato de plástico amarillo aparcado a los pies de la grúa. «Es el más grande del mundo», continúo el cómico, antes de invitar a sacarlo de paseo. Miles de brazos se elevaron sobre su cuerpos para desplazar al animal por San Roque, muy cerca de la capilla donde momentos antes se protegió al santo de la mojadura. El ambiente no pudo ser más festivo, el alboroto apenas permitía escuchar al italiano. Nariz roja de payaso sobre el rostro, se mostró encantado de estar en Vilagarcía. Concretamente, en sus calles. La fiesta es para el pueblo y con el pueblo: «Prefiero estar aquí que en el Concello, la celebración está en las calles», afirmó. Conocido por su crítica a la derecha política, aprovechó para lanzar un mensaje sobre la situación que se vive en España desde el pasado 20 de diciembre. «Ocho meses sin gobierno y no pasa nada. De hecho, se está maravillosamente bien», aseguró.

A sus pies, el caldero que inauguraría la celebración. Todo lo inútil cobraría entonces sentido: la espera y la aglomeración, en muchos casos sin dormir, se tornó en el culmen de la festividad. Pistolas, cubos y mangueras comenzaron a cumplir su misión, la de regar a todos los presentes hasta que se quedaron sin voz. Leo Bassi bajó entonces de la grúa, desde donde colgaba también la imagen de uno de esos payasos que buscan con la risa una arma pacífica para el cambio social y político. A la espera del cambio que puedan suponer los ocho meses de espera a los que hizo mención, el cómico se fue a preparar la función que tuvo lugar a las 21.30 horas en el Salón García y los asistentes disfrutaron de una jornada que se extendió por las calles que el pregonero alabó momentos antes.