Un aluvión de vecinos intenta sacar el carné obligatorio para usar pesticidas profesionales

María Hermida
maría hermida VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Daniel Casalderrey, natural de Portas, ayer, a bordo de su tractor en sus viñedos de Baión.
Daniel Casalderrey, natural de Portas, ayer, a bordo de su tractor en sus viñedos de Baión. hermida< / span>

Solo en las oficinas agrarias de Arousa y Pontevedra hay una lista de espera de 600 personas que quieren obtener el documento

06 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La normativa sobre productos fitosanitarios -preparados químicos que tienen como objetivo proteger los cultivos de organismos nocivos o eliminar las malas hierbas, lo que popularmente se conoce como pesticidas o sulfatos- es vieja. Desde el año 1997 cualquier persona cuya actividad estuviese vinculada al uso de compuestos químicos debería tener un carné. Pero esa era la teoría. En la práctica, eran pocos los que contaban con esa autorización y no pasaba nada. Hace unos meses las cosas cambiaron. Ya no se pueden comprar productos fitosanitarios profesionales -sí los de uso doméstico o de jardín, pero estos no son los que tradicionalmente se usan para sulfatar las patatas o las vides- sin ese documento. Para obtenerlo hay que hacer un curso de 25 horas y pasar un examen. Y eso está resultando toda una odisea para un aluvión de vecinos de Pontevedra y Arousa, que ven cómo se acerca la época de dar el sulfato y no pueden ni siquiera adquirirlo.

Tradicionalmente, esos cursos para obtener el carné fitosanitario se hacían a través de las oficinas agrarias comarcales. Pero están todas colapsadas. En Vilagarcía tienen a unas 400 personas en lista de espera y de momento no hay cursillos previstos. Desde estas dependencias señalaban que no saben si muchos de estos cultivadores ya buscaron la manera de sacar el carné por otro lado. En Caldas no está previsto dar formación de este tipo, pero todos los días acude gente a preguntar por ella y hay unas 50 personas interesadas en el curso. «Hoxe mesmo entraron varios veciños tolos con este tema», señalan desde las dependencias. ¿Y en Pontevedra? Desde la oficina agraria de referencia para toda la comarca pontevedresa, la zona de O Morrazo y el área de Ponte Caldelas llevan diez cursos en lo que va de año, algunos de carné básico y otros del cualificado -el que necesitan los que venden los productos-. Y, aún así y con alguna actividad formativa más programada, todavía tienen 146 personas en lista de espera.

Entre 50 y 70 euros

Estos cursillos, si se hacen a través de la Xunta, son gratis -únicamente se pagan ocho euros de tasas?. Pero dadas las listas de espera son muchos los cultivadores que optan por una academia privada. Lo cuentan desde Formagal, en Pontevedra, donde indican que tienen numerosa clientela para esta formación. En esta academia cobran 50 euros por el curso y el examen, más las tasas de la Xunta. Pero en otras el precio es de 70 u 80. Los concellos, las asociaciones y otras entidades también intentan dar el cursillo ante el interés existente.

«Hai quen xa cortou as cepas por todo o que pasa co dos sulfatos»

Las comerciales agrícolas conocen bien la preocupación que existe entre cientos de cultivadores por el asunto de los fitosanitarios. Muchos clientes no se enteran de que no pueden adquirir los sulfatos que llevan toda la vida usando si no sacan el carné hasta que van a comprarlos. Primero, a pie de tienda, protestan y critican la medida y luego piden soluciones. En los establecimientos están haciendo una labor informativa importante y ejerciendo a la vez de paño de lágrimas. Manuel Castro es el responsable de una comercial llamada Agro Vilanoviña en la que habitualmente hay que hacer cola. Cuenta que hay un revuelvo importante con el asunto de los carnés, sobre todo porque a muchos mayores les cuesta sacarlo. Y que las tiendas no se pueden arriesgar a venderles productos sin ese documento, que lo único que pueden suministrarle son las sustancias no profesionales, es decir, las de uso doméstico. Pero hay dos problemas: «Os domésticos non son os produtos habituais, os que coñece a xente. E que para moitas cousas non resultan de todo efectivos. Ademais, son moito máis caros, porque os profesionais teñen o IVE reducido e aos domésticos hai que aplicarlle o 21%. Así que imaxínate o que iso supón».

Castro tiene en su tienda un cartel en el que indica que se hacen cursos de fitosanitarios. Señala que dado el desconcierto que reina entre la clientela se organizan cursos en colaboración con una academia para intentar que nadie se quede sin el documento. Pero dice que, aún así, la cosa no pinta fácil: «O curso implica poñerse a facer regras de tres e moitas máis cousas. Iso para moitos maiores non é factible. Hai quen xa cortou as cepas por todo o que pasa co dos sulfatos». Si se pregunta en un local pontevedrés, las respuestas son parecidas. Se intenta que los cultivadores compren pesticidas y herbicidas no profesionales. Pero ni el precio ni la eficacia convencen.

«Me sobra formación para quitarlo, pero no lo hago porque esto es una tomadura de pelo»

Con Daniel Casalderrey, natural de Portas, no queda otra que ir a la frase hecha: es genio y figura. Lo es. Aunque peina los 87 años, se le encuentra fácilmente cualquier día en sus viñas de Baión. Va subido a un viejo tractor que no deja que nadie pinte ni arregle. En apariencia, es uno de tantos mayores que cada mañana salen a podar, dar sulfato o lo que les pongan. Pero su caso es distinto. Daniel, además de dar el callo a pie de leira -dice con orgullo que nunca se bajó del tractor- se movió bien en los despachos agrarios. Fue conselleiro de Agricultura en la preautonomía, tuvo el cargo de senador con la UCD, presidió la agrupación de cosecheros de albariño y fue uno de los primeros cultivadores profesionales del vino. Con semejante currículo, uno se lo imagina concienciado con el tema del carné fitosanitario. Pero nada más lejos de la realidad. Es mentarle el asunto y abrir la caja de truenos: «Esto es una tomadura de pelo, lo único que buscan los que mandan es que se deje de cultivar la tierra. El único afán de esto es recaudatorio. Que se dediquen a dar formación, bastarían unas charlas, y que dejen a la gente tranquila», señala casi gritando.

Él parte de una base: «La mayoría de las tierras están sin cultivar. En esta zona, en O Salnés y también en Pontevedra, se plantan cuatro patatas, hay unas vides y poco más. Tenemos todo a monte... Y aún encima quieren ponernos más requisitos. Es el colmo, no tiene sentido».

Reconoce que en su finca es él el que sabe cómo sulfatar sus viñedos. Pero ni tiene carné ni prevé sacarlo: «Me rodeo de jóvenes que sí lo tienen. A mí me sobra formación para quitarlo, pero no lo hago porque es una tomadura de pelo. Yo te aseguro que si examino a muchos de los que dan los cursos los suspendo. Y no lo saco porque es como aceptar el chantaje al que nos someten. Lo que tienen que hacer los que mandan es salir de los despachos y pisar las fincas... Que vean que está todo sin cultivar y que nadie echa pesticidas a lo loco». Daniel repasa luego su currículo, los cursos de fitopatologías y similares que hizo, y señala: «Lo que tienen que hacer es enseñar a la gente a sulfatar bien, no exigirles carnés ni tonterías».