El patrimonio histórico también se recicla

Susana Luaña Louzao
susana luaña VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Los vilagarcianos desconocen que en el mobiliario urbano hay elementos que décadas atrás tenían otra función

31 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Se trata de mobiliario urbano y el mobiliario se mueve». Así se expresa el historiador Manuel Villaronga en un trabajo que hizo sobre el obelisco a raíz de la polémica que generó su frustrado regreso a la plaza de Galicia. Como mobiliario urbano se entienden todos aquellos elementos que se colocan en espacios públicos y que cumplen en un determinado momento una función, aunque simplemente sea la de ornato. Con el tiempo, si pierden esa función o se modifica el espacio en el que se instalan, ya no tienen razón de ser y se retiran o se mueven de sitio. Así ocurrió en muchas ocasiones en la historia de Vilagarcía, pero como la memoria es corta y frágil, la mayor parte de la población no sabe que algunos elementos con los que se tropieza todos los días, ya estaban en tiempos de sus abuelos, aunque quizás en otro lugar y cumpliendo otro cometido.

Uno de los casos más curiosos es del antiguo Muelle de Hierro de Vilagarcía, un símbolo de las primeras décadas del siglo XX que si hoy perdura en la retina de los vilagarcianos es gracias a las viejas postales de color sepia que don testimonio de su existencia. Sin embargo, hay elementos de su estructura que siguen siendo útiles y que siguen a la vista de todos, aunque con otra función. Las barandillas de hierro que lo protegían, por ejemplo, fueron trasladadas posteriormente a Ferrazo, y aunque ahora ya no están allí, algunos tramos se siguen conservando en el Muelle de Pasajeros, en las inmediaciones del Club de Mar. Quienes ahora se apoyan en ellas desconocen que esos hierros tienen 130 años de historia.

Pero no es el único elemento del Muelle de Hierro que se recicló. Las bases que suele utilizar el Concello para colocar las banderas eran las que sujetaban los tirantes del viejo muelle. Desde luego, la función actual nada tiene que ver con la de entonces, pero siguen siendo útiles. Cuando los vecinos admiran las telas multicolores desconocen que el verdadero tesoro histórico está a sus pies, sujetando las banderas.

Menos desapercibidas pasan las fuentes, por supuesto. Pero también son pocos los que saben que la mayoría no estaban inicialmente donde están ahora, y otra vez por cuestiones de funcionalidad. La de la plaza de España estaba antes delante de Ravella, porque era el Campo de Cabritas, donde abrevaba el ganado, pero cuando se urbanizaron los alrededores y dejó de haber pasto en la zona, se retiró. La que ahora hay en la plaza central de Vilaxoán estaba antes en la unión entre Covadonga y la plaza de Lepanto, y se trasladó a la villa en virtud del acuerdo por el que hace más de cien años se firmó la fusión entre los concellos de Vilagarcía, Carril y Vilaxoán. Por último, la fuente de O Castro estaba antes en la plaza de Galicia, un espacio que al principio era peatonal pero que poco a poco fue tomado por los coches, de ahí la necesidad de vaciarla de contenido.

Fue precisamente ese progresivo aumento del parque móvil el que provocó también el traslado del obelisco, que se instaló en la actual plaza de Galicia en 1932 y se retiró en 1968. El obelisco estaba presidido por un reloj, y en los tiempos en los que casi nadie llevaba uno en la muñeca, cumplía la función de indicar la hora al vecindario. Pero esa función la perdió, y la necesidad de regular el tráfico llevó a la corporación de Victoriano Piñeiro a retirar un elemento que ya no tenía sentido y sustituirlo por una moderna fuente luminosa, que además de estar de moda, hacía las veces de rotonda que repartía el tráfico, como ocurría entonces en las principales ciudades españolas.

Figuras de ornato

Algunos elementos del mobiliario urbano no solo perdieron la función que cumplían, sino que nunca más la recuperaron. Eso no quiere decir que no hayan sobrevivido al tiempo, aunque lo hayan hecho solo como ornato, que también la estética es una función. Es lo que ocurrió con algunos elementos de la antigua casa de Abalo, que se tiró un mal día de la década de los setenta para levantar el edificio Lara. Unos búcaros de piedra adornaban su cúspide; son los mismos que hoy se encuentran a la entrada de la casa consistorial. De lo que se había perdido la pista era del escudo que presidía el edificio, y que eran los blasones de la casa de López Ballesteros, ya que la familia Abalo le había comprado el inmueble a la casa de A Golpelleira. Pero cuando se obró en el antiguo matadero para levantar la escuela taller, aparecieron las piezas del viejo escudo, que fue reconstruido y que hoy se custodia en el auditorio. La casa consistorial tomó prestados más elementos. Los leones que reciben a diario a los vilagarcianos también procedían de una propiedad privada, la antigua mansión del Bosque de Desamparados.

Y así ocurrió muchas veces, aunque no siempre. Esta semana se lamentaba la pérdida de una vieja aguada de la estación de tren robada hace meses, y antes desaparecieron del puerto las piedras de una escultura de Manolo Paz. De haberse reciclado, habría cumplido su función.