Una sorpresa a un paso de casa

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

monica ferreiros

La muestra del artista pontevedrés permanecerá abierta hasta el día 16

09 oct 2015 . Actualizado a las 11:39 h.

«No conozco a ningún artista a quien no le gusta hablar y menos de sí mismo». «El contacto con el público es fundamental». Son dos frases que aparecen en el catálogo de la muestra que Kike Ortega exhibe en la sala Rivas Briones y que son rigurosamente ciertas. A Kike Ortega le gusta hablar. Y le gusta estar al pie del cañón. Si usted aparece esta tarde por la sala de la calle Rey Daviña y se adentra en el mundo de este pintor y arquitecto pontevedrés es probable que el propio autor le ayude a desentrañarlo.

En el caso de Kike Ortega es muy cierto aquello de que cada cuadro tiene una historia. Y Kike te la cuenta. Te cuenta el proceso de creación de la pieza, que es sorprendente. Pongamos un par de ejemplos. Hay una enorme, en realidad la mayoría de ellas son enormes, de 200X120 cm en la que la base es una lona. Una lona que el pintor vio en el campo y que tiene una segunda vida con un Titanic cubriendo buena parte de su superficie.

De la pieza que domina el centro de la sala sobresale una silla. No de carne y hueso, evidentemente, pero sí de madera y metal. Siete meses dice que estuvo buscando una que le sirviera para lo que tenía pensado. Hay ahí un pequeño toque gamberro, que se acentúa aún más en el primer piso, con una Audrey Hepburn que tiene sus manos muy ocupadas.

Los materiales son parte trascendental en la obra de Kike Ortega. Sus estudios de arquitectura le ayudan a trabajar con el hormigón, el metal o la madera. «Un pintor, un artista, ha de tener una habilidad especial para descubrir posibilidades donde los demás no ven nada», escribe en su catálogo. Él está siempre ojo avizor. Todo comenzó por el vil metal. El lienzo es muy caro y el trasvase a la madera fue una iluminación. Más tarde llegaron los bidones.

Y de los bidones hay que hablar. Y repetir lo del proceso, que con estas piezas adquiere una especial relevancia. Sí. Kike Ortega utiliza bidones. De los de las obras. De hecho, ha dejado más de uno en manos de los obreros para que lavaran allí lo que fuera menester y que esos residuos se fueran incrustando en el material. Luego él se enfunda la careta de soldador para abrirlos a la mitad. Toca alisarlos con una apisonadora, tarea en la que ya comienza a perfilar la parte superior de la obra. Ahí no se puede cometer un error. Con el pincel se puede tapar, con el metal no. El resultado es espectacular y se puede disfrutar a un paso de casa.

«Harto de falsos bohemios»

Kike Ortega lo tiene muy claro: «Estoy harto de falsos bohemios que esconden sus fracasos en teorías infantiles. Si lo que hace no lo ve nadie, no lo conoce nadie, no lo compra nadie ... ¡no vale nada! (valores terapéuticos aparte)» cuenta. Él quiere que se vea su obra y en Vilagarcía quedan un par de semanas para poder hacerlo. Dense prisa. El artista se marchará en octubre a Miami, donde expondrá en el mes de mayo. Allí también gustan los bidones.