Vilagarcía en el país de las maravillas

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Recreación de lo que pudo ser el castro Alobre, sobre el que Fole quiere instalar columpios y toboganes.
Recreación de lo que pudo ser el castro Alobre, sobre el que Fole quiere instalar columpios y toboganes.

Una playa en el embalse, Cortegada con su puente, el aquapark chino y columpios en el Alobre; así sería la ciudad de las ocurrencias

22 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay una ciudad del pasado y una ciudad del presente. Es de suponer que habrá también una ciudad futura. Mil ciudades que una misma ciudad pudo haber sido pero jamás llegó a ser. Una gran urbe a lo Italo Calvino en la que se entremezclan los espejismos de todos los proyectos que se han ido quedando por el camino. Vilagarcía, tal vez por su radical sometimiento al bisturí del hormigón y el relleno a lo largo del último siglo y medio, es terreno fértil, suelo abonado a ocurrencias que, muchas veces por fortuna, se marchitan en la imaginación de sus autores, a menudo políticos en ejercicio. El fenómeno, por supuesto, no es exclusivo del mandato que ya se agota, aunque justo es reconocer que PP e Ivil se están esforzando lo suyo.

Nació el actual período municipal bajo la influencia de una gran ensoñación, la creación de una playa fluvial en el embalse de O Con, y emboca su tramo final con una extravagancia menor pero incomparablemente más dañina: la instalación de columpios, toboganes y demás equipamientos infantiles en pleno yacimiento arqueológico de castro Alobre.

La ocurrencia inaugural del mandato hubiese constituido un despilfarro. Basta con darse una vuelta por el paraje de Castroagudín en verano para comprobar que, con el descenso estival del nivel de las aguas, ni Frank de la Jungla podría regatear en sus pantanosas orillas. Pero esta nueva y espantable rareza en el tiempo de descuento -un grupo de vecinos levantaron ayer el teléfono para calificar de «disparate» el anuncio realizado por Tomás Fole (PP)- supondría algo mucho peor: un atentado feroz al patrimonio cultural de la capital arousana, que dinamitaría la posibilidad de que algún día el castro se convierta en ese recurso de primer orden que debiera ser.

Tamaña propuesta se sitúa al mismo nivel que aquella pasarela peatonal entre Carril y Cortegada que el regidor formuló un extraño día para verse obligado a plegar velas al siguiente. Se antoja difícil imaginar a la Dirección Xeral de Patrimonio autorizando la colocación de un resbalillo y un par de canastas sobre los restos, aún mal conocidos, de uno de los principales asentamientos litorales de la antigüedad galaica.

Para el recuerdo quedará igualmente el aquapark de capital chino que apuntaba al muelle de O Ramal y la crisis abortó, al ahuyentar a los inversores. Quién sabe. Aunque aparatoso, tal vez hubiese sido el más razonable de tantos proyectos fantasmales.

La principal diferencia entre el pasado reciente y el futuro a corto plazo reside en el dinero disponible. La anterior alianza PSOE-BNG lo tuvo a espuertas y pulió un millón de euros en la casa del Doctor Carús. Puestos a darle verdadero uso a lo que nació sin objetivo, ¿por qué no una galería de ideas bizantinas? Contenido no habría de faltarle y quizás atrajese a algún despistado más que el olvidado Museo do Tren. El cierre del grifo, tan perjudicial en casi todo, en esto nos ha salvado. La fábrica de los delirios resiste, pero ya no hay quien pague la ronda. Esperemos.

la cosa política

¿Por qué no dedicar la casa del Doctor Carús a un museo de las ideas bizantinas?