Lacones en procesión: la ofrenda más nutritiva de Galicia está en Valga

Serxio González Souto
serxio gonzález VALGA / LA VOZ

VALGA

Martina Miser

Un grupo de bravas porteadoras transportaron sobre sus cabezas trece hermosos perniles, que los vecinos de Cordeiro subastan para sus tres santos desde el siglo XIX

02 feb 2023 . Actualizado a las 23:19 h.

Haría bien la Real Academia Española en revisar su definición del adjetivo lacónico, que considera de aplicación a lo que es breve, conciso y compendioso. No es probable que el redactor del diccionario que sienta cátedra entre los hispanohablantes haya pisado Valga en su vida. De haberlo hecho coincidiendo con la festividad de A Candeloria, no hubiese tenido más remedio que incluir, como mínimo, una cuarta acepción bajo este epígrafe. Lacónica es, en toda su rotundidad, la procesión que los vecinos de Cordeiro ponen en marcha cada 2 de febrero. Nada tiene de compendiosa una comitiva que recorre sus buenos cuatro kilómetros a pie, con sus seis estaciones que exigen parada, sus tres santos y un número variable de lacones a cuestas. Concluidas la caminata y la misa de rigor, los sabrosos perniles, cedidos por los propios feligreses, son subastados en el atrio de la iglesia parroquial a mayor gloria de san Antón, san Roque y san Paio.

Tan sustanciosa tradición hunde sus raíces en el siglo XIX, cuando un brote de peste desató una tremenda mortandad entre el ganado. Los vecinos echaron mano de sus mejores interlocutores ante los siempre caprichosos poderes de la naturaleza: los tres santos a los que colman de ofrendas y desde entonces sacan de paseo bajo un mismo patrón. El 25 de enero, las efigies de san Antón y san Roque son trasladadas desde el templo parroquial de Santa Comba a la capilla de Vilar, donde permanecen durante una semana junto a san Paio. El 2 de febrero, los tres desandan el camino en procesión, acompañados de una fenomenal cosecha de lacones.

Aquí no falta de nada. Ni el veterano subastador, Francisco García, que abre el grupo enarbolando la cruz. Ni el cura que reza por los mayores y los niños ante los pequeños altares que se instalan en cada una de las aldeas donde la comitiva hace escala (Vilarello, Moldes, As Eiras, Outeiro, Ferreirós y Beiro) y el personal lanza cohetes al cielo como si no hubiese un mañana. Tampoco, por supuesto, las bravas porteadoras —y algún que otro porteador, todo hay que decirlo—, que enrollan los molidos sobre sus cabezas, colocan los lacones en sus cestos, los aúpan y caminan, erguidas y desenvueltas, bajo piezas de siete y ocho kilos como si tal cosa. Solo les falta silbar. «Teño 77 anos e levo toda a vida facéndoo. Non é tan difícil, ho, ves como se arrolla o molido?», explica Luz Divina López mientras manipula la toalla que acolcha el cargamento. «Tamén pode valer unha bufanda», señala una de sus compañeras, que a sus ochenta años presume de echarle un par de vasos de vino sin problema y no depender de una sola pastilla: «Xa as toma o meu home por min», ríe.

«Os lacóns deste ano son bos», confirma Francisco, el hombre que se encargará de dirigir la poxa y controlar las cotizaciones. Este año, la cosa no pinta nada mal. Hay trece piezas, la mayor parte de ellas bien hermosas, que finalmente alcanzan precios que oscilan entre los 30 y los 65 euros. «Pero en tempos teñen acadado 100 e ata 120 euros. Se os lacóns son da casa, a xente paga», sentencia el subastador.

Hace años, cuando las matanzas se multiplicaban en las aldeas, el origen de los perniles estaba garantizado. «Eu creo que algúns compran no supermercado e logo danlle co soplete para que parezan da casa», tercia un vecino. «Tanto ten, se son bos. O que importa é manter a tradición», replica alguien. A la vista de que a la procesión se han sumado unas doscientas personas, entre ellas varios chavales, no parece que la costumbre corra peligro. En cambio, sobre quienes sí se cierne la amenaza del ocaso son los párrocos. «Debían poder casar», aventura un feligrés mientras echa un trago de vinillo Sansón en el avituallamiento que cada año ofrece Mármoles Cordeiro. «E logo non lembras aquel que tivo sete fillos?». Hay quien atribuye a otro clérigo pillabán la paternidad de un célebre presentador televisivo: «Imítalle en todo».

Donde esté A Candeloria, que se quite la marmota

La conversación prosigue camino de la iglesia y el buen tiempo sale a colación. La festividad coincide, en el imaginario norteamericano, con el día de la marmota. En Valga resulta del todo indiferente que el roedor se desperece en plan primaveral o continúe dormitando en su madriguera, como se encarga de recordar Mercedes: «Cando a Candeloria chora, o inverno vai para fóra; cando a Candeloria ri, o inverno está por vir». El sol brilla a carcajadas, así que no nos queda nada. Mientras no falten lacones, que sea lo que los santos quieran.