El robo que frustró un panadero

r. estévez / d. de amorín VILAGARCÍA / LA VOZ

RIBADUMIA

MARTINA MISER

Unos encapuchados intentaron entrar en un bar de As Pistas (Vilagarcía), pero huyeron al ser descubiertos; en un local de Ribadumia, los propietarios no tuvieron tanta suerte

29 ago 2018 . Actualizado a las 07:43 h.

El barrio de As Pistas, en Vilagarcía, goza de una excelente salud en lo que a hostelería se refiere. Así que, aunque la noche haya caído ya sobre la ciudad, en las terrazas de los establecimientos que pueblan la calle Camilo José Cela siguen vibrando las conversaciones y las risas. Pero todo tiene un límite. Y a las tres de la mañana, cuando se apagan las últimas luces del último local, en esta vía reina el vacío nocturno. Ese fue el momento elegido ayer de madrugada por el grupo de ladrones que intentaron colarse en las dependencias de uno de los bares de la calle.

La ventana del Doble M, un local que apenas lleva dos meses abierto, seguía ayer por la mañana destrozada. Los ladrones habían abierto primero un agujero para intentar descorrer uno de los paneles de cristal, pero al tener estos cierre de seguridad, optaron por el camino más fácil: abrir un gran agujero en el grueso vidrio y colarse. No contaban con que, al otro lado de la calle, a tan solo unos metros, los trabajadores de un obrador de panadería estaban en plena faena. Acostumbrados a los sonidos de la noche, el de cristales rotos llamó su atención. Salieron a la calle y, al ver a los cacos haciendo de las suyas, les gritaron. Fue suficiente para que los amigos de lo ajeno pusiesen pies en polvorosa y desapareciesen. Cuando, tras la alerta de los panaderos, llegó la policía, de ellos no quedaba ni rastro.

«Abrimos hace nada, no tenemos ni un duro... ¿A qué vienen a hacernos esto?», se preguntaba ayer, angustiada aún por el susto, una de las responsables de este negocio. Reconocía su suerte: a fin de cuentas, los ladrones no habían logrado entrar en el establecimiento, no habían conseguido llevarse nada. Otros no tuvieron la misma suerte. Porque a las cinco de la madrugada, en el Lareka (Ribadumia) también recibieron la visita de los ladrones. En este caso, trabajaron protegidos de las miradas ajenas por la terraza del local, al que accedieron para llevarse el contenido de la caja registradora y de las máquinas, según informó ayer la Guardia Civil. Diversas fuentes indican que, en este caso, el robo quedó registrado por las cámaras de videovigilancia. De lo captado por sus ojos de vidrio se puede desprender una conclusión clara y certera: el equipo trabajaba a una gran velocidad, ya que su paso por el local fue fugaz. En cuestión de segundos, habían entrado, cogido su botín y desaparecido de nuevo en el negro de la noche.

La Guardia Civil se ha hecho cargo de la investigación de lo ocurrido en este establecimiento de Ribadumia, con cuyo responsable no fue posible contactar ayer.

Al margen de la investigación oficial sobre estos hechos, los propietarios de los locales afectados sospechan que los ladrones frustrados de O Piñeiriño puedan ser los mismos que, horas después, consiguieron dar el golpe en el Lareka. Pero eso, de momento, no es más que una hipótesis.

Tres gafas Ray-Ban y una carrera por la ciudad

Quienes trabajan en los comercios locales saben que no pueden bajar la guardia. Lo ocurrido ayer en la plaza de Galicia lo demuestra. A media mañana, un hombre joven entró en una óptica situada en el lugar. Pidió a la mujer que estaba tras el mostrador que le enseñase gafas de sol. Parecía una visita como tantas otras que se han recibido este verano en las tiendas de lentes. Con varios ejemplares de gafas desplegados ante él, el supuesto comprador pareció dudar y acabó por pedir que le mostrasen aún un modelo más.

Mientras quien lo atendía iba a por ellas, algunas de las gafas que estaban sobre el cristal desaparecieron. Afortunadamente, la dependienta llevaba la cuenta del producto que había sacado, y enseguida se dio cuenta de que faltaban tres modelos de la marca Ray-Ban, con un valor de unos trescientos euros. La mujer pidió al supuesto cliente que le devolviese las lentes, pero este no solo se negó, sino que salió corriendo.

Tras él se fue, también, otro de los trabajadores de la óptica, alertado por las voces que había oído en la tienda. Durante la carrera, el caco se deshizo de su mochila, y con ella de las gafas que había sustraído, al pasar ante una terraza de una cafetería próxima. Pero, pese a esa maniobra de distracción, finalmente fue interceptado.