Salvar mis croquetas, la aventura de Arturo Navas desde Ribadumia

m. hermida MÉXICO / LA VOZ

RIBADUMIA

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En la aduana mexicana le dijeron que no podía introducirlas en el país, que eran «comida de mascotas»

27 ago 2017 . Actualizado a las 09:21 h.

En México, aunque enamorados de Galicia en general y de Pontevedra en particular, les gusta sacar pecho con que su gastronomía es más exagerada que la gallega. Dicen que comen más platos y más fuertes. Lo segundo puede ser, porque por picar, en México, pica casi hasta el pan -basta decir que hasta toman la cerveza michelada, poniéndole sal por todo el borde al vaso-. Pero con lo de que comen más cantidad... por ahí sí que no hay que pasar. Les quedó claro a los mexicanos el viernes a última hora. Y todo a cuenta de unas croquetas. Sí, sí... leyeron bien. Unas simples croquetas, pero con más historia que muchos libros de bolsillo.

 Viajemos primero a Ribadumia, en O Salnés. Resulta que fue ahí, en Ya te comeré, el negocio del pontevedrés Arturo Navas, donde vinieron al mundo tales croquetas. Nacieron ellas, tan redondas y apetitosas, con un destino claro: México. Navas, que iba a viajar al citado país con la delegación de Pontevedra, había mandado prepararlas de chocos, mejillones y quesos. Ni una sola con carne para evitar problemas en la aduana. Una vez hechas, se embalaron primero en cajas y luego en un arcón blanco. Y allá se fue Navas con ellas al aeropuerto. Que las criaturas gastronómicas cruzasen el charco no tuvo demasiada dificultad. Pero lo peor, como ayer recordaba su dueño, estaba por llegar.

Tras aterrizar en México, Navas se fue raudo y veloz a rescatar sus croquetas. Ahí es nada. En la aduana le dijeron que no podía introducirlas en el país, que eran «comida de mascotas», tal y como recordaba ayer Navas. El hombre se quedó de piedra. ¿Cómo era posible que confundiesen sus croquetas con comida de animales? Tuvo que deshacer el entuerto, no sin dar mil y una explicaciones. Y, al fin, logró presentarse en el hotel con su arcón de croquetas.

El camino parecía liso y llano para dar a probar su producto a los mexicanos. Pero la cosa se enrevesó más. Resulta que en el hotel insistían en que no tenían nevera para semejante cantidad de materia prima. Así que Navas casi se rinde. Pero tuvo fuerzas para insistir. Y volver a insistir. Hasta que las metieron en frío.

Tras toda la odisea, el viernes a última hora, por fin, las croquetas se sirvieron en un cóctel en el Centro Cultural Español de Ciudad de México.

Los pontevedreses allí reunidos, conscientes de la pesadilla vivida por Arturo Navas, esperaban las croquetas como agua de mayo. Y al fin llegaron ellas, crujientes y calientes. Fue el acabose. Mexicanos y pontevedreses repetían una y otra vez entre exclamaciones de «esto está buenísimo». Y no, no se terminaron. Porque en México comerán a hartar, pero en Galicia más. Solo faltaría.