Alfonso Fernández: «Fun bañarme onde pescaba San Pedro e sentín as bombas caer na guerra do Líbano»

leticia castro O GROVE / LA VOZ

O GROVE

ADRIÁN BAÚLDE

Curtido en mil batallas, el marinero grovense asistió a duros conflictos bélicos en medio mundo. Mucho antes, siendo un rapaz, recuerda que el marisco se pagaba mejor en Vigo cuando ganaba el Celta

10 ago 2024 . Actualizado a las 04:50 h.

Cientos de recuerdos, la mayoría de ellos relacionados con el mar, se agolpan en la cabeza de Alfonso Fernández Meis (O Grove, 1937), un marinero que como tantos otros tuvo que emigrar en busca de fortuna en un momento en que el mar apenas daba para sobrevivir. Se echó a él como todos los de su generación, a los doce años, con su padre. Capturaban un poco de todo, sardinas del xeito, almejas, nécoras, «sobre todo marisco», cuenta. Con algunos compañeros, como Paco Gondar, salía en la dorna para traer el lote y luego venderlo a José Vila, un vecino que exportaba ya por aquel entonces. «A fin de semana faciamos as partes», recuerda. No le quedó nada atrás, faenaba en Ons para coger pulpo, que ya se subastaba en lonja, y en la ría para capturar centollo que se cotizaba por cestas y barato: «O mercado que mellor pagaba era o de Vigo, e cando xogaba o Celta pagaban máis o marisco», explica.

Corría el final de los años 50, y en O Grove lo que se pescaba ya no daba lo suficiente para vivir. «Había moita pobreza —comenta, echando la vista atrás— ao mellor botabas catorce días no mar, e ías ao xeito ou botabas nasas para a lagosta, ou ao centolo e viñas pa terra con cen pesetas, non che daba ni para arranxar as redes», asegura. Eran momentos duros, así que él como tantos otros, tras haber pasado por la Marina, emigró a Holanda al igual que miles de gallegos en 1961.

A sus 87 años, Alfonso puede presumir de haber conocido puertos de medio mundo haciendo todo tipo labores, de timonel, en la cocina del barco o donde hiciera falta. «Parte da miña vida transcorreu na mercante sueca, primeiro iamos por Europa, na primeira empresa na que estiven, e logo coa segunda xa percorremos os países de Sudamérica», recuerda, en la Salem y el Nordia Shipping. Veintiséis años embarcado que dieron lugar a miles de vivencias de todo tipo. Trabajó en cargueros que llevaban fruta, carne, y otras mercancías. No le quedó más remedio que aprender sueco, pero era un tipo avispado que supo desenvolverse, y ayudar también a los compañeros. «Nos Grandes Lagos americanos cheguei a coñecer todos os portos: Detroit, Milwalkee, Búfalo, levabamos coches e material de automóbil da fábrica de Volvo en Suecia para Detroit» explica, rememorando aquellos lugares.

Estuvo en Cuba y Australia, hacía trayectos desde Los Ángeles hasta Japón, pero también conoció bien los países árabes, Irak, Irán, Jordania. Y le tocó vivir momentos duros. Al Líbano llegó estando el país en guerra, tras haber desembarcado en Siria, y no pudo salir del hotel en seis días. «Escoitabamos caer as bombas», rememora con la mirada serena de aquellos que han vivido mucho.

La Guerra de los Seis Días

Hubo otra época en que también transportaban aviones, desmontados, claro, hacia Israel. Fue en la Guerra de los Seis Días con Egipto, viajaban con la carga escoltados por avionetas israelíes. Pero tuvo tiempo también a hacer algo de turismo en Nazaret. «Fun bañarme onde pescaba San Pedro e visitei a pía bautismal de Xesús Cristo», relata Alfonso. Entre unos viajes y otros, muchas anécdotas: trabajo en barcos de pasaje, trayectos a Australia, paradas en el Reino Unido o carga de frutas en Sudáfrica. Muchas horas de travesía. Pero a principios de los 90 la mercante entró en decadencia. «Comezaron a meter persoal chino e hindú, e os mesmos suecos xa ían perdendo traballo, porque xa a man de obra era moi barata», dice. «Cando cambiaban de tripulación non reparaban se eras do país ou non, despedían de vinte en vinte, unha vez deixamos o barco en China e vinte e catro fomos á rúa». Tuvieron que coger un vuelo de regreso, treinta y tantas horas en el aire, pero Alfonso siempre supo adaptarse: «Foi así toda a vida».

Terminó su vida laboral en Tenerife, trabajando de cocinero, dando desayunos a más de mil clientes durante nueve años.

ADRIÁN BAÚLDE

Hacerse el sordo en la contienda del Sáhara

Canarias fue su destino en la Marina, y aún hoy recuerda divertida su estancia en Marruecos, en el año 57, cuando tuvo lugar la contienda del Sáhara. «O xefe díxome que fixera como que non escoitaba para que me cambiaran de posto, porque estaba de telefonista nun canón», explica. «Imaxínate que dicían, apuntar a un almacén na praia de Ayún e eu traducía, un terraplén na praia do Ayún, e o meu canón era o único que apuntaba para abaixo», cuenta con una sonrisa. Con aquellas maniobras acabó de camarero. Fue justo antes de emigrar.